El G20, que mañana y el viernes celebra en Pittsburgh (noreste de EE.UU.) su tercera cumbre en menos de un año, fue creado a fines de los años 90 como un foro de los principales países industrializados y emergentes, en respuesta a las crisis rusa y asiática.
Incluye a los miembros del G7, el club de los principales países desarrollados (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón), así como a Australia, a once países emergentes (Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, China, Corea del Sur, India, Indonesia, México, Rusia, Sudáfrica y Turquía) y a la Unión Europea (UE).
La UE está representada por el país que ocupa la presidencia rotativa, que actualmente es Suecia. España y Holanda asisten como invitados.
También participan en los trabajos del G20 el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM).
Según sus fundadores, el G20 representa el «90% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial, 80% del comercio internacional (incluidos los intercambios al interior de la UE) y las dos terceras partes de la población mundial».
El G7 lanzó en 1999 la iniciativa de crear el G20: a raíz de las crisis financieras que estallaron sucesivamente en Asia, Rusia y América Latina, el grupo de países ricos quería crear una instancia donde trabajar junto con las potencias emergentes para evitar esas turbulencias.
El G20 funciona también como un foro donde se examinan los temas del crecimiento, el comercio y la energía, así como asuntos monetarios y presupuestarios.
Al principio, el grupo se limitaba a celebrar reuniones anuales de sus ministros de Finanzas y gobernadores de bancos centrales.
Pero adquirió un súbito protagonismo cuando sus jefes de Estado se reunieron a mediados de noviembre pasado en Washington, invitados por el entonces presidente estadounidense George W. Bush, para tratar la crisis financiera mundial.
En abril pasado en Londres, una nueva cumbre adoptó fuertes compromisos en materia de planes de reactivación, de aumento de recursos del FMI, de lucha contra los paraísos fiscales y de regulación financiera.
Este último punto es uno de los que se anuncian más controvertidos en Pittsburgh, dado que la exigencia de poner límites a los sistemas de primas de los operadores bursátiles, impulsada por países europeos, choca con las reticencias de Estados Unidos y Gran Bretaña.
La cumbre de Pittsburgh será el primer evento internacional de magnitud en el que el presidente Barack Obama oficiará como anfitrión.