Los guatemaltecos asistimos a un momento crucial en la democracia. Este punto de inflexión se ve caracterizado por diferentes factores que merecen analizarse con mayor detenimiento.
Primero, una tentación muy grande por recuperar comportamientos propios de las dictaduras militares, tal es el caso, de la querella interpuesta y luego retirada en contra de José Chepe Zamora. Una argucia propia de militares durante la contrainsurgencia que únicamente busca acallar a una de las voces más valientes del período democrático. Una grave equivocación que constituye un auténtico retroceso en la democracia, en donde tanto el gobernante como su vicepresidenta actuaron en contra de la libertad de expresión, así como demostraron la enorme fragilidad y lenidad del sistema judicial, cuando dos de sus representantes jurisdiccionales actuaron como se los ordenaron.
Segundo, el enorme desgaste y desprestigio de este régimen de gobierno demuestra el quiebre del ciclo democrático y muestra su enorme fatiga, al presentar una caída profunda, un aislamiento sin precedentes, una pérdida de credibilidad, pero principalmente, una incapacidad tremenda para articular un proyecto de gobierno. La elección de un militar como Presidente, muestra que siguió siendo un militar y no ha podido pensar como estadista. Pero su gobierno es uno más que no agrega más a la democracia, sino al contrario viene a acelerar el deterioro y la credibilidad de los gobiernos en democracia.
Tercero, no se visualiza que la alternancia de un próximo régimen apunte a mejorar, al contrario, pareciera que llegamos a ese ciclo recesivo de gobiernos irresponsables, chambones y corruptos, así que quien llegue en la próxima elección podría significar sepultar para siempre las esperanzas de un cambio de gestión o bien podría ser el factor que provoque una reforma profunda y radical o bien provoque una crisis social y política, con lo cual se rompería el frágil paradigma actual buscando el emergimiento de nuevos liderazgos que oxigenen, depuren y apuntalen un cambio de rumbo de la institucionalidad democrática.
Cuarto, es imprescindible que se articule un nuevo pacto social y político, con nuevos cuadros de las élites, representantes del empresariado emergente, las iglesias, las organizaciones sociales, los profesionistas y cuadros intelectuales democráticos y que busquen constituir las bases de un país distinto y una sociedad que demanda cambios. Seguirle apostando a los cambios de equipos a partir de elecciones no sirve de nada, si no se realizan reformas profundas y mínimas como la Ley de Partidos Políticos y la Ley de Servicio Civil, apuntaladas por la Ley para Eliminar el Secreto Bancario.
Quinto, es necesaria la depuración democrática de los organismos judicial y legislativo, porque los actuales líderes políticos, son más de lo mismo y únicamente están interesados en resolver sus problemas de vida por medio del enriquecimiento ilícito, constituyen un grupo de irresponsables que no tienen el menor interés en el país y buscan mantener las actuales condiciones para seguir medrando del Estado.
Sin embargo, en este momento es necesario recuperar la conducción del actual régimen, que continúa deteriorándose. Justamente ayer se constataron dos hechos que merecen subrayarse. Un informe de dos años con cifras magnificadas y sin sustento en estadísticas serias y luego un incidente que además de mostrar inconformidad, revela el uso de cortinas de humo para quebrar el sentimiento de insatisfacción en la población, porque no puede ocurrir un incidente así, sin la mínima cercanía de seguridad de la Vicepresidenta. De continuar igual este régimen le estará causando un daño enorme a la institucionalidad democrática y a su sociedad, para dejarnos nuevamente con una elección que no resuelve nada y que únicamente servirá para otorgarles un nuevo mandato a los bufones que seguirán riéndose de la democracia, de la institucionalidad del Estado y del pueblo.