Fútbol y la vida


Cada cuatro años tenemos un magno evento, el cual no sólo nos entretiene, además deja unas enseñanzas excelentes para niños y adultos.

Juan Fernando Marroquí­n Pérez

Podemos hacer comparaciones entre paí­ses desarrollados y paí­ses del tercer mundo y uno puede darse cuenta de casos de paí­ses que son potencias económicas también lo son en el fútbol.

Analizando los casos de algunos paí­ses eliminados podemos sacar conclusiones muy buenas. El primero es Estados Unidos, quienes hace 20 años en Italia perdieron los tres partidos, les anotaron 8 goles y apenas concretaron dos anotaciones. Incluso en ese momento las televisoras mexicanas hací­an burla de la actuación americana y hací­an una parodia de cómo habí­an equivocado ellos el fútbol con el básquet o fútbol americano. Dos décadas después son el referente de Concacaf, hace un año le quitaron el invicto a la potente selección española. En esta ocasión fueron eliminados en octavos y en la primera ronda les anularon un gol clarí­simo.

El otro caso es el de Brasil, el candidato a llevarse el tí­tulo y con Dunga a la cabeza quien llevaba antes del mundial 39 victorias y 11 empates en 55 juegos dirigidos. Un error en defensa tira a la borda todo el trabajo que se habí­a hecho, y en especial los mejores 45 minutos desde que Dunga se habí­a hecho cargo de la selección.

En estos dos casos, ni el entrenador, ni jugadores ni comentaristas buscan culpables afuera. En ambos casos asumen la responsabilidad dentro de la selección y dan la cara para corregir desde adentro los errores y poder ser mejores. Incluso, en el caso de Francia, el Presidente mandó a llamar a los responsables, en ningún momento pidió a FIFA o a la prensa que pidieran disculpas por las desgracias de su selección.

Esto nos lleva al último caso, y del que nosotros como guatemaltecos más enseñanza podemos sacar. Es el caso de Paraguay, que sin duda hizo un excelente campeonato. Lo malo de ellos es lo que hacemos la mayorí­a de latinoamericanos, y es buscar al culpable por fuera. Lo primero que hizo el entrenador argentino de Paraguay fue culpar al árbitro chapí­n, que por causa de él ellos habí­an tenido una mala fortuna. No mencionó que su equipo sólo habí­a anotado 3 goles en 5 partidos (uno más que USA en el 90), que ninguno de sus millonarios delanteros anotó un gol (Santa Cruz tampoco lo hace mucho en su club) y que en el partido final tení­an enfrente a uno de los mejores porteros del mundo, y que por cierto les impidió empatar el juego.

¿Por qué digo qué debemos de aprender mucho? Lo mismo nos pasó a nosotros los chapines con nuestra selección en la última eliminatoria, nos expulsaron a un jugador por una jugada torpe y lo que hicimos fue echarle la culpa al árbitro y nunca nos levantamos.

Si vemos los tres primeros casos, son paí­ses desarrollados y lo han logrado porque buscan las soluciones adentro. Paraguay, que tiene un PIB bastante inferior al de Guatemala, $12.2 contra $33.9 (billones, 2007), anda buscando al igual que nosotros a quién echarle la culpa de los fracasos.

Tenemos que enseñarle a nuestra descendencia que en los problemas propios, el primer responsable es uno. Nadie considera que reconocer lo anterior es sencillo, requiere de mucho coraje, pero esa gallardí­a es la que nos puede llevar a ser grandes como Estados Unidos y Brasil y no solo en fútbol, sino en la vida misma y como paí­s.

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