A lo largo de la historia del arte, han existido dos tesis sobre la creación del mismo, que se resumen en el arte por el arte, y el arte como reflejo y provocador social. ¿Cuál de los dos es la mejor postura? Bien habría que decir que los dos, y ninguno, al mismo tiempo.
Un arte que se refiera a un hecho social muy local o específico, corre el riesgo de perder vigencia en las épocas posteriores. En cambio, un creador del «arte por el arte mismo», puede ser incomprendido, por no tener esa raíz para con la sociedad y la historia.
Se ha caído en múltiples preguntas ociosas, que no han merecido una digna respuesta: ¿El arte debe pertenecer a su tiempo, o el tiempo al arte? ¿Debe el artista impregnar su obra con contenido social? ¿Debe el artista ir más allá de su época?
Esta semana, se rememoró una de las masacres más lamentables de la historia de la humanidad: el bombardeo al poblado vasco de Guernica, un lugar indefenso, donde murieron, gracias al ataque nazi y franquista, cientos de personas inocentes.
Pero ésta, como miles de masacres a lo largo del tiempo, pudo haber pasado inadvertida, si no hubiera sido por el famoso cuadro pintado por Pablo Picasso. Su sensibilidad hizo que creara una obra de arte tan entrañable, que ni siquiera es necesario conocer lo que sucedió en la tragedia de Guernica.
Y, asimismo, ese cuadro provocó que todo el mundo conociera el hecho y condenara al régimen de Francisco Franco y a los nazis. Es decir, las dos tesis sobre el arte se complementaron de una forma perfecta.
Aún más, el cuadro Guernica de Picasso trascendió tanto, que incluso provocó otras obras artísticas, como la obra de teatro homónima del dramaturgo español Fernando Arrabal. Hoy dedicamos dos artículos a estas dos obras, generadas a partir de la masacre en el poblado vasco, que el jueves pasado cumplió 70 años de haber ocurrido.