Fuerte dispositivo militar



Más de mil policí­as, una alambrada doble, barricadas y sacos de arena: el gobierno paquistaní­ no estaba dispuesto a permitir hoy que la ex primera ministra Benazir Bhutto convirtiera el arresto domiciliario que le impedí­a acudir a una manifestación en Lahore (este) en un espectáculo para la prensa.

Hace cinco dí­as en Islamabad, la dirigente polí­tica, retenida brevemente en su domicilio, consiguió aparecer ante las cámaras del mundo entero y mostrar que la policí­a no le dejaba acudir a una protesta.

Desde entonces, su actitud cambió y el lunes anunció que rompí­a definitivamente sus negociaciones para un reparto de poder con el presidente Pervez Musharraf, cuya dimisión reclamó.

El martes, la ex jefa de gobierno habí­a previsto una marcha de Lahore a Islamabad, un acontecimiento prohibido bajo el estado de excepción que reina en el paí­s desde el 3 de noviembre.

Para evitar un nuevo espectáculo de la emblemática lí­der ante las cámaras, la policí­a le tomó la delantera.

Desde el lunes por la noche, las autoridades desplegaron unos mil hombres para rodear la casa de la responsable del Partido del Pueblo Paquistaní­ (PPP). Durante la noche, los oficiales intentaron entregarle la orden de arresto domiciliario válida siete dí­as, pero Bhutto no salió para recibirla.

Por medio de una colaboradora, la ex primera ministra hizo saber que irí­a a la marcha costara lo que costara y contactada por teléfono por varias televisiones extranjeras garantizó que acudirí­a a la protesta para «terminar con la dictadura y «luchar por la democracia y los pobres».

Sin embargo, no se percibí­a ningún movimiento de personas significativo el martes por la mañana en esta ciudad de 10 millones de habitantes.

De forma metódica, los policí­as literalmente sellaron la casa en la que se encontraba Bhutto, la aislaron dentro de dos cí­rculos concéntricos de alambradas, levantaron barreras de madera y cerraron el acceso por carretera al domicilio con contenedores, cadenas y un blindado.

En esta ocasión, Bhutto tendrá problemas para forzar las barreras y dirigirse a la prensa o a sus adeptos concentrados a las puertas de su casa.

Los periodistas fueron alejados de tal manera de la residencia de Bhutto que ni siquiera podí­an ver la casa desde el lugar que les habí­a asignado la policí­a, armada y resguardada de cualquier terrorista potencial ante cualquier ataque detrás de sacos de arena.

Las fuerzas del orden subrayaron que las manifestaciones están prohibidas durante el estado de excepción y advirtieron de la existencia de un riesgo «preciso y grave» de atentado contra Bhutto y sus partidarios.

Bhutto, de 54 años, fue blanco de un terrible atentado el 18 de octubre, dí­a de su regreso a Pakistán tras ocho años de exilio. Ella salió ilesa pero en el ataque, el más mortí­fero de la historia del paí­s, perecieron 139 personas.

«Esta casa se ha convertido en una prisión», se congratuló el responsable de la policí­a de Lahore, Ayaz Salim.

Además, la policí­a detuvo a un centenar de adeptos que se reunieron detrás de este impresionante dispositivo de seguridad y gritaban: «Â¡Benazir, primera ministra!