El director asociado de la Royal Shakespeare Company, Laurence Boswell, irrumpió hace cuatro años en Madrid con un ciclo de teatro áureo donde destacaba su montaje de El perro del hortelano, que rehízo con elenco español; un espectáculo sencillo y bien interpretado. La nueva producción de Fuenteovejuna, en la que intervendrán 36 actores, es mucho más ambiciosa.
En su día, la obra de Lope fue un ejemplo para educación de príncipes: basta cortar la escena final, como hizo Lorca, para convertirla en apología revolucionaria. Recientemente vimos una relectura apasionante, dirigida por José Carlos Plaza, con insertos de la crónica histórica original.
El montaje gira en torno a una ingeniosa construcción de madera que, cerrada, es fortaleza y colmena donde zumbará el enjambre popular, y abierta, estancia villana o palaciega. Es un espectáculo coral, donde sobresalen la Laurencia de Lidia Otón, cuyo monólogo es un allegro furioso, siempre in crescendo, y el Flores de Luis Moreno, eficaz relator de sucesos cruciales. Alberto Jiménez, gran actor, hace un Comendador con doblez, a lo Ricardo III, cuando debería ser un archimalvado al que se ve venir de lejos.