Fuengirola y los boliches


Estos dos pueblitos apartados uno del otro por unos 3 ó 4 kilómetros, seguí­an siendo de pescadores y de campesinos, mas al ver lo que los habitantes de Torremolinos, Montemar y Benalmádena se habí­an convertido en lugares donde corrí­an las pesetas; se espabilaron y quisieron imitarlos. Como creo que en esta vida todo es destino, nada menos que uno de los ministros del Generalí­simo Franco, José Antonio Girón, antiguo falangista, gran idealista y hombre a favor del pueblo, en su época hizo unas leyes que les favorecí­an con la Seguridad Social, con el despido universal, si te ibas de tu trabajo te tení­an que indemnizar fuese por tu voluntad o fuese despedido, con el salario mí­nimo etc…

Marí­a Arzú

Después de varios años de labor en el Ministerio de Trabajo, tuvo un tremendo accidente de automóvil, lo que le hizo retirarse a una casa antigua que poseí­a en Fuengirola y al darse cuenta de la potencia turí­stica que podrí­a tener toda esta costa, se asocia con el yerno de Franco y empiezan a comprar terrenos en la playa, una gran bahí­a de aguas tranquilas y mar tibio, rodeadas de altas montañas y de aquí­ surge el nuevo Fuengirola más parecido con sus grandes edificios de techos muy altos, a una ciudad moderna de cualquier parte del mundo y no a una playa de pescadores tan bella pero pobre.

Al tener de socio al «yerní­simo» como se le llamaba a Cristóbal Martí­nez Bordiu, marqués de Villaverde, casado con la única hija de los Franco, no tuvo objeción alguna para parar esa moles de cemento que tanto afearon a esa playa tan linda, más dieron mucho trabajo a todo el pueblo y el dinero empezó a fluir y los que habí­an sido, capataces se volvieron en constructores, y estos empresarios, construyendo por doquier y no respetando las zonas verdes, cómo lo iban hacer sí­ eso era negocio y más negocio y quién en esos tiempos reclamaba algo… NADIE.

Fuengirola y Los Boliches ya no está separados, no hay ni un metro entre lo dos, solo cemento y más cemento, y eso sí­ cantidad de europeos disfrutando con la ayuda del Ministro de Turismo, un gallego que sabí­a que se debí­a edificar para atender a tanto turismo. Sí­ queridos lectores, él era un viejo diplomático Manuel Fraga Iribarne, que supo llevar las riendas por todo el mundo, una gran publicidad que dejaba corto al Goebels de Hitler, sólo que Iribarne, además de inteligente fue honesto, aplicando unas leyes que favorecí­an a los turistas y a los viejos, mis compañeros con leyes para que sus jubilaciones se les duplicase. Así­ siguieron creciendo estos pueblos que ahora son ciudades llenas de personas de aquí­ y allá.