Fuego y sangre sobre la calzada Aguilar Batres


El ruido de los grandes motores es atemorizante, tráileres gigantes, como tiburones blancos,  transportan contenedores de diversa í­ndole de productos, listos para embarcar en el Pací­fico,  corren presurosos 19 horas diarias sobre esta arteria, es el canto del progreso, que traerá dividendos a todos los habitantes de este bello paí­s del Istmo Centroamericano.  En la otra ví­a, sobre la misma calzada, de regreso, del Pací­fico,  vienen entrando a la capital, los camiones cisternas de gasolina y gas, eructando de llenos, cargados del oro amarillo y  gas, que la industria espera ansiosa, hace que su tránsito sea lento y cadencioso.  A lo lejos aparece un tráiler con una carga diferente, es una torre de tres pisos de picops, allí­ viene el sueño de tantos hombres, poseer una unidad de éstas para trabajar, -como el jibarito- sueñan con llevar dentro de estos caballos modernos su carga de productos agrí­colas y   venderlos en el mercado, -con la venta compraran aquellos animalitos para abundarlos en su terrenito-  En otro camión menos fastuoso, va cargado de reses vivas, camino al rastro, para satisfacer la selecta clientela, que se puede dar el lujo de comer carne. 

Rosana Montoya, A-1 397908, Rosana.montoya@yahoo.com

A la par de tan grandes motores, voy yo a dejar a mi nietecita al kí­nder, ubicado en Mariscal, en un vehí­culo pequeño, a las 7:15 p.m. El viaje de ida dura 50 minutos, la niña llora y dice: -¡Nono, tengo miedo, ese camión grande nos va apachar!-   Si cree que miento, ílvaro Arzú, haga una encuesta en la zona 11, donde su popularidad es cero.  De regreso a casa del trayecto se excede en una hora y media.   Toda la actividad del dí­a se limita al traslado de la niña, por el exceso de tránsito pesado.

 

Y el carril del transmetro en silencio, sin un alma a la vista…  cada 20 minutos pasa uno como alma que se lo lleva el diablo y después… vuelta ver aquel carril desperdiciado.  Mientras el único carril disponible lo compartimos, con buses pequeños, picops con mercaderí­a que van y vienen del CENMA, buses confortables que van a Reu, Antigua, Villa Canales,  Bárcenas, Santa Elena Barillas, Puerto de San José, y algún destino más que vuela encima de mi teclado.

 

¿Qué espera el fastuoso Alcalde?  ¡Quizá la explosión de un camión cisterna, o que los frenos de su proyecto fallido el transmetro envista a los carros pequeños de cuatro asientos, que transitamos en ese infierno de carretera!