La fuga de peligrosos secuestradores y asesinos es algo que nos tiene que provocar una tremenda frustración porque demuestra la fragilidad de nuestras instituciones y lo bien que les va a los que se dedican a sembrar el terror entre la población. Más se tardaron las autoridades en realizar la captura que los criminales en evadirse de la cárcel con la complicidad de los agentes que tenían el encargo de custodiar el centro de detención preventiva.
Es un hecho que con el dinero mal habido los criminales tienen suficiente para comprar a quien haga falta para librarse de la justicia, y la fuga de ayer, en Quetzaltenango, es una muestra de cuán corrupto es nuestro sistema que tiene agujeros por todos lados. Un criminal puede encontrar empleados y funcionarios corruptos en cualquiera de los niveles de la estructura de justicia porque lo mismo se soborna a un policía, a un fiscal, a un juez o a magistrados para garantizar el imperio de la impunidad.
Las víctimas de estos delincuentes, quienes habían aportado testimonios y pruebas en el proceso que se les había iniciado, se colocan ahora en una posición de extremo peligro y ni modo que van a tener confianza en la protección que puedan ofrecerles los mismos agentes corruptos que se vendieron a los que les causaron tanto daño.
Es tan frustrante la situación que hasta quienes más devoción tenemos por la justicia y quienes más convencidos estamos de la necesidad de que impere la Ley, caemos en la tentación de pensar que para ese tipo de criminales mejor hubiera sido que en el momento de la captura hubiesen sido eliminados. Y es terrible llegar a ese tipo de pensamientos porque hasta la gente que tiene profunda vocación de apego a la Ley, frustrada por la incapacidad de nuestras instituciones para administrar eficientemente la justicia, termina justificando acciones en las que las víctimas quieren hacerse justicia por propia mano.
Pedir que las autoridades recapturen a los criminales y castiguen a quienes propiciaron su fuga es caer en ilusiones y quimeras carentes de sentido. Hoy fue a esos secuestradores y asesinos que les benefició la corrupción, pero como ellos hay miles de criminales que andan libres por las calles, cometiendo sus fechorías, sin que nadie les haga nada porque sin duda que tienen comprada la protección.
¿Cómo se explica que tienen guardadas las patrullas mientras saben cómo y donde operan los ladrones armados que desde motos despojan a la gente de sus bienes? Corrupción es la única y lapidaria respuesta.