En los tres años siguientes a verse obligado a dejar la Casa Blanca, Nixon permaneció en silencio. Sin embargo, en el verano de 1977, el ex presidente aceptó conceder una única entrevista y contestar a preguntas acerca de su mandato y del escándalo Watergate que acabó con su presidencia. Nixon sorprendió a todos al escoger a David Frost como confesor televisivo, seguro de que podría con el alegre presentador británico y se ganaría los corazones y las mentes de los estadounidenses. Más de 45 millones de telespectadores, con ganas de echar un vistazo a la mente del ex presidente caído en desgracia y de oírle reconocer los abusos de poder por los que se vio obligado a dimitir, se sentaron ante el televisor mientras Nixon y Frost se enfrentaban en un fascinante duelo verbal durante cuatro noches.