Junto al frío climático prevaleciente, los connacionales afectados sienten simultáneamente otra clase de frío, ubicado en el alma y de manera recóndita. La época actual ofrece tal particularidad, en forma de preludios que marcan con tintes indelebles muy propios el fin de año y acrecientan ambos matices.
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Respecto a lo primero, conduele la crítica situación en que se debaten quienes por fuerza de la necesidad, pernoctan en plena calle, si mucho bajo marquesinas de edificios o viviendas. Múltiples casos de fallecidos por hipotermia recogen en sus espacios, a diario, los medios de comunicación social.
En torno a lo segundo, el frío en el alma, resulta algo en verdad complejo y preocupante en demasía. Tarea harto difícil, pero no imposible hallar formas de terapeutas ad hoc, si existe predisposición conveniente. Proliferan originados por diversas circunstancias en el entorno ensombrecido hoy por hoy.
Son en general provocados por dolores no patológicos, obedecen los mismos por repentinos dolores sentimentales de hondura casi alucinante, tal el grado de presentación. Recientes o antiguos doblegan bastante el ánimo de los damnificados, capaces de constituir un frío tiritante con sus efectos dañinos en gran medida.
Ante los avances ostensibles y patentes de la indefensión poblacional, endosado a la vez por la inseguridad manifiesta y la cruel impunidad reinantes en todos los confines patrios, el frío en el alma gana espacio. Y la sumatoria de actos violentos y delincuenciales, aflora el frío en el alma por extensión.
Millares de compatriotas mantienen la herida profunda por miembros de su familia desaparecidos un día amargo o una noche tormentosa. Esa incertidumbre sin consuelo alguno lo suficientemente certero, hace crecer en sus interioridades corrientes arrasadoras de frío en el alma, que no cede ni un ápice siquiera.
Frío tremendo en el alma hace acto de presencia permanente en quienes por azares del destino la violencia y el crimen organizado les arrebata a gente de su sangre. Dichos sucesos de rostro sin rostro conforman la noticia cotidiana cuya reincidencia viene a significar, lamentablemente el pan de todos los días.
Graves destrozos causados por fenómenos naturales de reciente procedencia dejaron frío en el alma, como resultante de pérdidas personales a la cabeza y materiales como complemento. Para esa clase de frío, encontrar los cobertores que lo atenúen es del todo materia distante por el momento, según sale a relucir.
Frío en el alma, de bajísimas temperaturas devienen en hogares desempleados los jefes de familia, no obstante ingentes luchas por obtener el sustento propio y el de los suyos. Como mortifican los sentimientos de padres y madres la carencia de un salario asegurado ante sus hijos menores que con voces de hambre aguda piden pan.
Inmenso frío en el alma, comparable al hastío cruel llena el pecho aterido hasta la saciedad de muchos hogares en nuestro medio crítico. El elevado e imparable costo de los precios de la canasta básica impide el acceso a lo más indispensable y genera a no dudar, motivo de desesperación.
Los sueños truncados de guatemaltecos adquieren el inclemente frío en el alma. Inmigrantes con intención de mejora en la calidad de vida; obtener una carrera profesional para superarse y con ello cubrir las legítimas aspiraciones de techo, trabajo y salud, quedan en el aire quién sabe cuánto más.