Frida Kahlo es la pintora hispanoamericana más conocida en todo el mundo. Desde hace cincuenta años, su nombre despierta simpatías en casi cualquier persona. Sin embargo, en vida casi no tuvo reconocimiento.
Su arte siempre estuvo aunado con el dolor; en muchas ocasiones, también reflejó su postura política, siempre afín al compromiso.
Compañera de vida de Diego Rivera, a quien amó, pese a que la relación era destructiva, participó en la descripción pictórica que hicieran de México luego de la Revolución.
Según André Breton, la obra de Kahlo era surrealista, pues evidenciaba una realidad superior al dolor que vivía en la realidad; ante el comentario, Frida decía: «no sé si mis pinturas son o no son surrealistas, pero sí sé que son la más franca expresión de mi misma».
Kahlo se ha convertido en el símbolo de una mujer, no sólo mexicana sino que hispanoamericana. Una mujer que sobrevivió el machismo, y que encontró en el arte una vía de expresión a su dolor. Usualmente, sus autorretratos iban acompañados con símbolos de escarnio, que reflejaban la tristeza de su vida.
Este año se está celebrando el centenario de Frida Kahlo, tan conocida pero tan incomprendida. Por tal razón, presentamos en esta edición del Suplemento Cultural un homenaje a su vida y a su obra, para conocer aún más sobre su vida y su lucha, sobre sus tristezas y su forma de entender el arte.
Acompañan al artículo central y a la carátula, las imágenes de las pinturas que el Centro Cultural Luis Cardoza y Aragón de la Embajada de México está actualmente exhibiendo, en conmemoración de la pintora mexicana.
He aquí, pues, a Frida, una hispanoamericana que vivió, luchó y se expresó a través del arte.