Varios países africanos, amenazados por las carencias energéticas, están abocados a la producción de biocombustibles, aunque los resultados se dejan esperar y surgen voces de alarma por sus efectos en la agricultura y en los precios de los alimentos.
La industria de los biocombustibles vive un entusiasmo sin precedentes en el mundo, en la búsqueda de nuevas fuentes de energía para paliar los efectos de los precios del petróleo y reducir la contaminación.
Sin embargo, los biocombustibles son objeto de reservas, particularmente de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), según la cual el desarrollo de tales carburantes podría generar un fuerte incremento de los precios de los productos alimenticios de base en los próximos diez años.
En Estados Unidos y Alemania los grandes productores de cerveza ya han advertido a sus consumidores de una posible alza de precios por la conversión de los campos de trigo y cebada para la producción de bioetanol. Y en Italia, la industria de las pastas anuncia «un aumento de precios inevitable».
Además, los biocombustibles podrían representar una amenaza para los cultivos en ífrica.
El presidente de Senegal, Abdulaye Wade, anunció durante una visita a Brasil efectuada en mayo que los biocombustibles serán el origen «de una nueva revolución en ífrica».
«Todo el continente está dispuesto (…) a ser el gran productor de biocombustibles» en el mundo, aseguró Wade.
Un signo del compromiso con los biocombustibles fue la creación de un Ministerio de los Biocombustibles y de las Energías Renovables, incluido en el gobierno senegalés formado el 19 de junio.
Senegal inició a título experimental las plantaciones de colza para la producción de biodiesel y también pretende producir bioetanol.
En la República Democrática del Congo una comisión interministerial ha sido encargada de estudiar la producción de biocombustibles.
«Es un proyecto que va a reactivar y revolucionar la agricultura», dice Jean Muding, un consejero del viceministro congolés de Agricultura, quien sostiene que su país trabaja menos de un 5% de las tierras cultivables.
En Sudáfrica, el presidente Thabo Mbeki solicitó en su discurso a la nación en febrero la aceleración de las investigaciones sobre los biocombustibles.
El país emprendió en julio de 2006 la construcción de la primera fábrica africana de bioetanol, que tiene previsto iniciar su producción a fin de año.
Zimbabue, Zambia, Swazilandia y Nigeria también están entre los países que han iniciado ensayos para la producción de carburante, especialmente a partir de la jatrofa, una planta no comestible.
No obstante, la Unión Económica y Monetaria de ífrica del Oeste (Uemoa) advirtió a través de un informe que «la producción de biocombustibles no constituye la solución a los problemas energéticos de la Unión».
Según la Uemea, los biocombustibles son más bien un complemento de los «carburantes tradicionales» y su desarrollo permanecerá limitado pues son «tributarios del medio ambiente».
Por su parte, la Unión Europea (UE), que prevé que un 10% del combustible empleado en 2020 sea de origen biológico, va en camino a cultivar sus tierras en barbecho.
La Comisión Europea anunció a mediados de julio que pretende poner fin a la prohibición que pesaba desde 1998 para cultivar tierras en barbecho para enfrentar la baja mundial en la producción de cereales.
Abdulaye Wade, presidente de Senegal.