Franz Kafka


Este próximo 3 de julio, Franz Kafka cumplirí­a 125 años de su nacimiento, hecho que no pasa inadvertido para la literatura.


Franz Kafka (Praga, 3 de julio de 1883 – Kierling, cerca de Klosterneuburg, Austria, 3 de junio de 1924) es uno de los escritores más importantes del siglo XX en lengua alemana. Su obra es una de las más influyentes de la literatura universal en el último siglo, a pesar de no ser muy extensa: fue autor de tres novelas (El proceso, El castillo y América), una novela corta, La metamorfosis, y un cierto número de parábolas y relatos breves. Además, dejó una abundante correspondencia y escritos autobiográficos, la mayor parte publicados póstumamente.

Gran parte de su obra fue publicada tras su muerte por su amigo y confidente, Max Brod. Su obra es expresiva, como ninguna otra, de las ansiedades y la alienación del hombre del siglo XX. Su importancia es tal que en varias lenguas se ha acuñado un adjetivo para describir situaciones que recuerdan a las reflejadas en sus obras, como el español «kafkiano». De modo análogo ha acontecido ulteriormente con «borgiano» o «borgeano», acerca de la temática y el estilo del argentino Jorge Luis Borges, que fue precisamente traductor, admirador y devoto de la obra del escritor checo.

El crí­tico Harold Bloom ha escrito sobre Kafka (1995): «Desde una perspectiva puramente literaria, ésta es la época de Kafka, más incluso que la de Freud. Freud, siguiendo furtivamente a Shakespeare, nos ofreció el mapa de nuestra mente; Kafka nos insinuó que no esperáramos utilizarlo para salvarnos, ni siquiera de nosotros mismos».

Nacimiento de Kafka

Kafka nace el 3 de julio de 1883 en un viejo edificio situado en el lí­mite del ghetto judí­o de Praga, a dos pasos de la iglesia rusa ortodoxa de San Nicolás. Se le da el nombre de Franz en honor al emperador Francisco José I. Era checo, aunque su idioma materno fue el alemán. Kafka aprendió el idioma checo, ya que su padre procedí­a de Osek cerca de Pí­sek, donde era un miembro de la comunidad judí­a checohablante («Kafka» significa «grajo» en checo) y querí­a que su hijo hablara con fluidez ambos idiomas. Kafka también tení­a conocimiento del idioma y de la cultura francesa. Uno de sus autores favoritos fue Flaubert.

Periodo escolar

De 1889 a 1893, Kafka asistió a la escuela primaria (Deutsche Knabenschule) en la calle Masná St. (Fleischmarkt) en Praga y posteriormente al instituto en Starom?stské nám?stí­ (situado en Kinsky Palace), donde completó su examen de Bachillerato en 1901. A continuación estudió derecho en la Universidad Carlos-Fernando en Praga, y obtuvo el doctorado en leyes en 1906.

Durante su periodo escolar tuvo un papel activo en la organización de actividades literarias y sociales, destacando la organización y promoción de representaciones para el teatro judeo-alemán, a pesar de los recelos por parte incluso de sus amigos más í­ntimos, como por ejemplo Max Brod, quién habitualmente le apoyaba en todo lo demás. Contrariamente a su temor de ser percibido de manera repulsiva tanto fí­sica como mentalmente, impresionaba a los demás con su aspecto infantil, pulcro y austero, su conducta tranquila y frí­a, y su gran inteligencia, además de su particular sentido del humor.

Nacimiento de un escritor

Después de su obtención del doctorado en Leyes, en 1907 ingresó como pasante, sin ser retribuido, en una agencia italiana de seguros de accidentes laborales; fue entonces cuando comenzó a escribir. Al año siguiente obtuvo un contrato fijo en otra agencia de dicho ramo. El padre de Kafka se refirió a este trabajo como «Brotberuf» -un empleo tan sólo para pagar las facturas. En 1913 escribe su libro inicial Consideración y en 1915 el famoso relato La metamorfosis. En 1917 se le diagnosticó tuberculosis, lo que le obligó a mantener frecuentes perí­odos de convalecencia durante los cuales recibió el apoyo de su familia, en especial de su hermana Ottilie, con quien tení­a mucho en común. En 1919 finaliza los catorce cuentos fantásticos (o catorce lacónicas pesadillas) que componen Un médico rural.

Su padre en su vida y en su obra

Un tema de gran importancia en su obra es su relación con un padre autoritario. En la intimidad, éste no dejó nunca de menospreciar a su hijo y hasta el año 1922 lo tiranizó. De ese conflicto y de sus tenaces meditaciones sobre las «misteriosas misericordias» y las ilimitadas exigencias de la patria potestad, declaró el propio Kafka que procedí­a toda su obra, incluyendo en particular la célebre Carta al padre, nunca publicada en vida de Kafka.

Mujeres en la vida de Kafka

A principios de 1920 mantuvo una relación amorosa con la escritora, traductora y periodista checa Milena Jesenskí  y en 1923 se trasladó a Berlí­n, con la esperanza de distanciarse de la influencia de su familia y concentrarse en su obra. En esta ciudad se reunió con Dora Diamant, una joven de 25 años descendiente de una familia judí­a ortodoxa, que habí­a huido de su pueblo natal, a la que habí­a conocido en el verano del mismo año en una colonia judí­a de vacaciones, en Mí¼ritz, a orillas del Báltico. Dora se convirtió en su compañera y tuvo mucho que ver en el interés de Kafka por el judaí­smo. Kafka tuvo también relaciones con la chica Felice Bauer, con quien incluso estuvo prometido.

Kafka y el vegetarianismo

Kafka se hizo vegetariano durante sus últimos años. En una ocasión, ante una pecera exclamó: «Now I Can Look At You In Peace; I Don»t Eat You Anymore». (Ahora puedo miraros en paz, pues ya no os como)

Enfermedad y muerte de Kafka

En sus diarios y cartas se queja frecuentemente de insomnio y dolores de cabeza. Fue un partidario de la dieta vegetariana y del naturismo. Se dice que consumí­a grandes cantidades de leche sin pasteurizar, lo que pudo ser el factor desencadenante de su tuberculosis, en 1917.

El estado de salud de Kafka empeoró sensiblemente en años posteriores con el avance de la enfermedad. Regresó a Praga, acudiendo posteriormente a un sanatorio cerca de Viena para recibir tratamiento. Los problemas fí­sicos le causaron molestias en la garganta, lo que hací­a que el tragar los alimentos le resultara muy doloroso, de manera que en sus últimas semanas se alimentó principalmente de lí­quidos. Murió en el sanatorio el 3 de junio de 1924. Su cuerpo fue llevado a Praga, donde fue enterrado, el 11 de junio de 1924, en el Nuevo Cementerio Judí­o de Praga-?i?kov.

No hay coincidencia de pareceres sobre los más que probables trastornos psicológicos de Kafka. En sus cuadernos í­ntimos él habla de «demonios», «derrumbamiento», «embates», «desamparo», «persecución», «soledad», «asalto a las últimas fronteras terrenales», «agobiante observación de uno mismo» y muchas otras expresiones más que aluden a un mundo oscuro, desconcertante y desconocido. La interpretación médica que se haga de estos pasajes no dejará de ser arriesgada y sobre todo simplificadora. Kafka fue un ser atormentado y complejo, pero también, a su manera, gozó de la vida con una intensidad fuera de lo común.

Su obra

Kafka sólo publicó algunas historias cortas durante toda su vida, una pequeña parte de su trabajo, por lo que su obra pasó prácticamente inadvertida hasta después de su muerte. Con anterioridad a su fallecimiento, dio instrucciones a su amigo y albacea literario Max Brod de que destruyera todos sus manuscritos. Su amante, Dora Diamant, cumplió sus deseos pero tan sólo en parte. Dora guardó en secreto la mayorí­a de los últimos escritos de Kafka que conservaba, incluyendo 20 cuadernos y 35 cartas, hasta que fueron confiscados por la Gestapo, en 1933. Actualmente se halla en curso una búsqueda de los papeles desaparecidos de Kafka a escala internacional. Brod hizo caso omiso de las instrucciones de Kafka, y en su lugar supervisó la publicación de la mayor parte de los escritos que obraban en su poder.

La obra de Kafka pronto comenzó a despertar el interés del público y a obtener alabanzas por parte de la crí­tica, lo que posibilitó la pronta divulgación de una obra que marcarí­a todo el proceso posterior de la literatura del siglo XX.

Todas sus obras publicadas, excepto varias cartas en checo dirigidas a Milena, se encuentran escritas en alemán.

En su obra, a menudo el protagonista se enfrenta a un mundo complejo, que se basa en reglas desconocidas, las cuales nunca llega a comprender. El adjetivo kafkiano se utiliza precisamente a menudo para describir situaciones similares.

Una curiosidad: En ocasiones usaba el pseudónimo de Yerba amarga, supuestamente los dí­as de mayor hastí­o o desazón.

Interpretación crí­tica

Ha habido multitud de estudiosos que han intentado (e intentan) encontrarle sentido a la obra de Kafka, interpretándola en función de distintas escuelas de crí­tica literaria, como por ejemplo la modernista, la realista mágica, etc. La desesperación y el absurdo de que su obra parece estar impregnada se consideran emblemáticos del existencialismo. Aparte, unos han intentado hallar la influencia marxista en la satirización de la burocracia, en obras tales como En la colonia penitenciaria, El proceso y El castillo, mientras que otros apuntan al anarquismo como el fundamento de inspiración para el individualismo antiburocrático de Kafka (tomando en cuenta también su breve militancia en una organización de este tipo y su apoyo a algunas campañas promovidas por los anarquistas checos). Sin embargo, una parte importante de la crí­tica ha interpretado su obra bajo el prisma del judaí­smo; también se ha intentado darle una interpretación a través del Freudismo (debido a sus conflictos familiares); o como alegorí­as de una búsqueda metafí­sica de Dios (Thomas Mann fue el que propuso esta teorí­a). Hay quien considera, asimismo, que bajo los renglones de Kafka no se encuentra ningún sentido oculto, que sólo son historias y cuentos.

Se pone énfasis repetidamente en el tema de la alienación y de la maní­a persecutoria; dicho énfasis -principalmente observable en la obra de Marthe Robert- se halla inspirado, en parte, en la contra-crí­tica de Gilles Deleuze y Félix Guattari, quienes mantení­an que Kafka representa mucho más que el estereotipo de figura solitaria que escribe movida por la angustia, y que su trabajo era mucho más deliberado, subversivo y, aun así­, «alegre» de lo que parecí­a ser. Los biógrafos han comentado que Kafka, como otros grandes escritores, tení­a costumbre de leer capí­tulos del libro en el que estaba trabajando a sus amigos más í­ntimos. Estas lecturas se centraban en el constante, pero muy a menudo ignorado, lado humorí­stico de su prosa. Milan Kundera se refiere al humor de tono surrealista de Kafka como antecedente inequí­voco de artistas como Federico Fellini, Gabriel Garcí­a Márquez, Carlos Fuentes y Salman Rushdie. Concretamente a Garcí­a Márquez, tal y como él mismo afirmó, la lectura de La Metamorfosis le mostró que «era posible escribir de una manera diferente».

Fuente: http://es.wikipedia.org/