Los hechos gravísimos ocurridos durante las recientes semanas con el asesinato de tres diputados salvadoreños y su piloto, y la posterior ejecución de los dos oficiales y dos agentes de la División de Investigación Criminal de la Policía Nacional Civil acusados del crimen contra aquellos parlamentarios, develan dramáticamente la nueva fase del narcotráfico en Guatemala y su penetración y absoluto control de los centros nerviosos de las fuerzas de seguridad.
El párrafo que antecede corresponde al más reciente informe del Análisis de la Situación que recibí electrónicamente de la Fundación de Derechos Económicos, Sociales y Culturales para América Latina (DESC), al hacer un resumido recuento del comportamiento del Estado de Guatemala en su débil combate al narcotráfico y el crimen organizado durante el presente régimen.
Señala el documento que, en 2004, con el arribo al Gobierno del presidente í“scar Berger y del grupo empresarial que representa, despertó en Estados Unidos expectativas de cooperación; desilusionado de la administración del presidente Alfonso Portillo en su frágil combate a los narcotraficantes.
Todo anunciaba nuevos tiempos, incluyendo los procesos legales a funcionarios del gobierno anterior, y porque el industrial Carlos Vielmann en el Ministerio de Gobernación impuso su sello, al grado que le ganó los pulsos a los jerarcas de las fuerzas armadas; pero conforme se acomodaban los operativos, la PNC no estabilizaba su planilla, presentaba escasa disciplina y porosas estructuras, y de ahí que el titular de la cartera del Interior se vio obligado a pedir el auxilio del Ejército, como soporte de operaciones, de suerte que los militares recuperaron parte del terreno perdido.
Aunque desconfiando de la institución armada, el ministro Vielmann acudió a oficiales retirados del Ejército y descansó en las capacidades de oficinas privadas de seguridad e inteligencia, que investigaban y resolvían casos de secuestros, extorsiones y asesinatos, y destacó como su más notorio asesor el venezolano Víctor Rivera, nacionalizado guatemalteco, reclutado por el gobierno del presidente Vinicio Cerezo.
Paralelamente, el novel director general de la PNC, Erwin Sperisen, proveniente del Partido Unionista del alcalde ílvaro Arzú, se apoyó cada vez más en el médico Javier Figueroa Díaz, quien fue escalando posiciones e influencia en la PNC. «Ellos cuatro -Vielmann y Rivera, Sperisen y Figueroa- conformaron el equipo base de seguridad civil del Gobierno», enfatiza el informe.
Entre tanto, aumentó el clamor popular para recuperar la seguridad pública, y, paradójicamente, también se incrementó el número de asesinatos de personas desconocidas -presuntos delincuentes-, cuyos cadáveres aparecían abandonados con señales de tortura, y los habitantes de barrios populares comenzaron a hablar «con alivio» de limpieza social. «La baja de muertos se equiparaba a las bajas de Irak en situación de guerra descontrolada», precisa el análisis.
Simultáneamente, empero, la desconfianza de la población hacia la policía aumentó. Denuncias de chantajes, violaciones, extorsiones, asaltos, secuestros, contrabando y protección a narcotraficantes apuntaban a comisarías de la PNC y a ciertos agentes, incluso el control de las maras que extorsionan a vecinos y pequeños comerciantes en áreas marginales.
Las señales de que Frankenstein anda suelto son visibles, aunque no reconocidas oficialmente -advierte-, ni siquiera por los organismos contralores de los derechos humanos «que comenzaron a emplear inusual lenguaje matizado y que salvaba la responsabilidad del Gobierno». En otras palabras, los supuestos oficiales y agentes de la PNC con amplios poderes para realizar la limpieza social, se escaparon del control del ministro del Interior y se convirtieron en un monstruo ingobernable.
Para Estados Unidos, la situación no cambió notablemente del gobierno de Portillo al de Berger, y los hechos sangrientos de las dos últimas semanas han puesto de manifiesto la penetración del narcotráfico en las esferas del poder.
Según el informe de la DESC, no está claro el trasfondo de la trama del asesinato de los diputados salvadoreños y la ejecución de sus posibles autores materiales. Pero lo que sí es evidente es que los hechos asombraron a la sociedad guatemalteca, pese a estar acostumbrada a esta clase de sucesos, aunque no de la magnitud de los acaecidos recientemente, y dejaron estupefacta a la comunidad internacional.
«Las presunciones de que las fuerzas de seguridad están poseídas por una suerte de esquizofrenia, se volvieron certeza», puntualiza el análisis, justamente cuando se aproximan las reuniones en Guatemala del Comité Olímpico Internacional y de gobernadores del BID y la visita del presidente Bush.
(Un fiscal le pregunta al policía Romualdo Ezpérence: -¿Qué pensás vos de que haya vida inteligente en otros planetas y que algunos extraterrestres hayan venido a la Tierra? Mi compadre responde: -Fijate que un técnico del Insivumeh me confió confidencialmente que hace poco días varios de ellos aterrizaron en El Hoyo de la zona 6, cabalmente cuando asesinaron a los diputados salvadoreños y ajusticiaron a los acusados de haberles dado muerte, pero partieron de inmediato. ¿Creés vos que si no fueran inteligentes se habrían quedado aquí más tiempo?)