Frank Evans, 40 años tratando de demostrar que se puede ser inglés y torero


Frank Evans, torero inglés, es conocido como uno de los pocos

Torero generalmente no rima con británico, pero Frank Evans, con casi 67 años, tratará de demostrar una vez más lo contrario en la arena este agosto, coincidiendo con la publicación de su autobiografí­a.


El regreso oficial de «El Inglés», como se le conoce en cí­rculos taurinos, deberí­a producirse el próximo 30 de agosto en la misma plaza española de Benalmádena (Málaga) donde, muy a su pesar, tuvo que retirarse en 2005, debido a una seria lesión de rodilla que arrastraba desde su época de jugador de rugby.

Entre tanto, su rodilla fue reconstruida y él sometido a un cuádruple «bypass» coronario. El 18 de agosto cumplirá 67 años.

«Esto es el exterior, porque en el interior tengo 25», bromeó Evans, que desentona en una profesión dominada por matadores cada vez mas jóvenes. «Me mantengo muy en forma y mientras pueda aguantar, voy a continuar».

El torero, instalado en Marbella, en la Costa del Sol, tampoco parece tener complejos por su nacionalidad. «El toro no me pide partida de nacimiento, o sea para él soy como los demás», agregó en conversación telefónica durante un viaje a su paí­s natal.

Segun él, su pasaporte más que exótico en el mundo de los toros le habrí­a proporcionado incluso una cierta ventaja. «Me es útil porque a lo mejor hay gente que compra una entrada sólo para ver lo que puedo hacer, porque no se pueden imaginar a un inglés con una muleta en la mano».

¿Pero cómo sintió el niño nacido en Salford, en las afueras de Manchester, la llamada del toreo? La respuesta está en su autobiografí­a, «The Last British Bullfighter» («El último torero británico»), que llegó el lunes a las librerí­as.

Su fascinación por la corrida se forjó durante un viaje a España en 1963. Pero fue leyendo las memorias del primer torero británico, Vincent Hitchcock, cuando decidió dar rienda suelta a su pasión.

«De repente se me ocurrió que era posible para un inglés convertirse en matador. Entendí­ que si él pudo hacerlo, yo también podí­a», escribe en el libro publicado por la editorial Pan Macmillan.

Con 22 años, abandonó Manchester y la carnicerí­a familiar en la que trabajaba con sus padres para iniciar una nueva aventura en España. Sin embargo, su objetivo fue largo y difí­cil de alcanzar.

Tras dos años en una escuela taurina de Valencia, hizo su debut en 1966 en una novillada cerca de Montpellier, en el sur de Francia. «Fue un triunfo, maté al toro enseguida», recuerda en un inglés salpicado de palabras en español.

Pese a este inicio prometedor, el camino estuvo lleno de obstáculos, tantos que a finales de los 60 tiró la toalla, se casó con Margaret, su novia de siempre, con quien tuvo dos hijos, y regresó a Inglaterra para ganarse la vida.

El éxito en los negocios no mató el gusanillo del toreo, por lo que en 1979 volvió a España y aprovechó todas las oportunidades que se presentaron hasta tomar la alternativa en 1991, con 49 años.

«No soy un torero por razones financieras. Lo hago porque tengo vocación para ello y me encanta hacerlo», explica.

Tras la alternativa, siguieron otros 10 años duros -de los que Evans destaca sólo una lidia en Ciudad Bolí­var (Venezuela)- hasta el dí­a que recibió una llamada de un empresario que le ofreció un contrato en Benalmádena.

Aunque rondaba ya los 60, fue el inicio del mejor momento de su carrera, con corridas en España, Francia y México.

«La mayorí­a de la gente para entonces habrí­a dejado de torear, pero a mí­ de repente me dieron mi oportunidad», explica el torero que en 2003 alcanzó el puesto 63 del «ránking» mundial.

A lo largo de estas cuatro décadas, «El Inglés» se ganó el respeto del mundo taurino y de la afición en España.

En Inglaterra, dice, despierta escepticismo y curiosidad, aunque prefiere no decir de entrada a qué se dedica porque la primera reacción de la gente es a menudo decir «Â¡Olé!» y simular pases con el capote.

«Los británicos son bastante infantiles en lo que piensan sobre el toreo», opina.

A veces también son sumamente crí­ticos, esencialmente a través de las combativas asociaciones contra el maltrato de los animales, pero Evans se defiende, recordando su experiencia de carnicero.

«Creo que antes de criticar el toreo, concluye, la gente deberí­a ir primero a un matadero y ver lo que pasa allí­».