Flexibilidad o austeridad ante la crisis


Jaime Caruana, director del Departamento de Mercados y Capitales del FMI, durante la conferencia ofrecida ayer por este organismo internacional.

Diez años después de la crisis asiática y sus dolorosas curas de austeridad, el Fondo Monetario Internacional (FMI) receta ahora a los paí­ses ricos lo contrario para contener la recesión: abrir las compuertas.


«Los bancos centrales de varias economí­as avanzadas, y en particular de Estados Unidos, han tenido razón en relajar sus polí­ticas de tasas», indicó ayer el economista en jefe del FMI, Simon Johnson. «Deberí­an continuar soltando la carga», estimó en rueda de prensa.

«El plan de relanzamiento estadounidense parece aportar un apoyo permanente», apuntó, y por igual la «utilización de márgenes fiscales» es recomendado donde sea posible, agregó.

Sacar de las arcas del Estado para evitar que los bancos se declaren en bancarrota está autorizado: «el dinero público puede ser utilizado, y ha sido utilizado, con buen conocimiento de causa», por ejemplo en la compra del banco estadounidense Bear Stearns, precisó Johnson.

Ante las crí­ticas que invocan peligros morales por premiar la toma de riesgos excesivos, respondió que «las operaciones de salvataje perfectas no existen».

Cuando aconsejó a los paí­ses emergentes de Asia y luego de América Latina, el FMI tuvo un discurso diferente. Bajar el costo del dinero, volar a la ayuda de bancos que tomaron posiciones especulativas y hacer planes de relanzamiento fiscal, eran entonces herejí­a.

El Fondo defendí­a la disciplina de las cuentas públicas, el fin de las subvenciones y dejaba al mercado la tarea de separar el grano de la paja. Las bancarrotas formaban parte de la cura y las crí­ticas eran desalentadas.

«Era el punto de (Joseph) Stiglitz en la década de 1990 que al menos para algunos paí­ses, como Corea del Sur, el FMI estaba empujando demasiado hacia la austeridad», recordó Nancy Birdsall, presidente del Center for Global Development, centro de estudios de Washington.

Stiglitz, premio Nobel en 2001 y jefe economista del Banco Mundial durante la crisis asiática, «objetó particularmente la recomendación de que las tasas de interés fueran aumentadas para crear confianza en la moneda», dijo Birdsall.

El nuevo director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, señaló que el cambio de foco «no debe ser exagerado».

«Uno debe enfrentarse a las interrogantes para resolver los problemas que se presentan, pero también prestar atención a los daños colaterales», indicó en una entrevista con la AFP.

Más aún, «la crisis que enfrentamos no es una crisis monetaria en el sentido tradicional de la palabra», estimó el ex ministro francés.

El contexto es diferente, secundó Domenico Lombardi, presidente del Oxford Institute for Economic Policy.

«La crisis no se origina de la macroeconomí­a del paí­s sino de las instituciones financieras», apuntó.

En otras palabras, como no es un problema de los fundamentos económicos, una cura de austeridad serí­a inefectiva. Son los mercados los que necesitan calmarse para evitar una paliza sobre la economí­a real.

«En Asia, reducir las tasas de interés habrí­a acelerado el descenso de las monedas, que ya era de 25%» durante la crisis de hace una década, destacó Edwin Truman, analista del Peterson Institute for International Economics.

«La crisis no se origina de la macroeconomí­a del paí­s, sino de las instituciones financieras».

Domenico Lombardi

presidente del Oxford Institute for Economic Policy