A través de este medio me he enterado que el caballero cadete Carlos Enrique Wer ha pasado a formar entre los muertos. A Carlos Enrique y a su hermano los conocí en la década de los 40 como alumnos, al igual que yo, del Colegio San Sebastián. Carlos Enrique era un muchacho alegre, agresivo, inteligente e impetuoso, se distinguía por sus travesuras, las cuales frecuentemente ocasionaban que en sus visitas al colegio, su padrino Monseñor Mariano Rossel y Arellano le llamara la atención.
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Fue el primer compañero de colegio que cambió el uniforme blanco por el honroso y distinguido uniforme de la Escuela Politécnica. A todos nos impresionaba cuando llegaba caminando erguido y en su costado luciendo el espadín característico de los cadetes de nuestra escuela militar. El tiempo nos separó pero el compañerismo, el respeto y también la mutua simpatía nunca dejaron de estar presentes.
Los años que le dediqué a la carrera militar me hicieron adquirir otras excelentes amistades dentro de la Compañía de Caballeros Cadetes que el 2 de agosto de 1954 se rebelara, siguiendo los conceptos plasmados en la puerta de ingreso del antiguo edificio de Escuela Politécnica: «Por esta puerta pasan los hijos predilectos del deber, del honor y de la gloria».
Destacan dentro de esas amistades mi compañero de curso militar en Chile, René Américo Urrea López; los también cadetes que simultáneamente estuvieron en la Escuela de Carabineros: Orestes Ponce Nich, el Canche Bendfeldt, Pato Cóbar, Perlita Ríos Montt y el Feo Hernández; todos nos incorporamos al Ejército de Guatemala en 1959.
Estando de alta en la Segunda Zona Militar Zacapa se produjo compañerismo y amistad con los cadetes y entonces subtenientes: El Gato Emilio Eva Zaldívar, Surupe Castro y Ricardo Rimula. Posteriormente, trasladado a la Escuela Militar de Equitación, hice una gran amistad con los ex-cadetes y también egresados de la Escuela de Carabineros de Chile: Ricardo Méndez Ruiz y Juan Ortiz Mayén.
A pesar de todos esos compañeros y amigos, Carlos Enrique era para mí el más simbólico de los miembros de la Compañía de Caballeros Cadetes del 2 de agosto de 1954.
Al igual que miles de guatemaltecos, leía sus opiniones en su columna en La Hora, siempre preocupado, siempre recordando y señalando la gesta histórica que él y sus compañeros de Compañía habían realizado; siempre luchando como el Quijote contra las injusticias y las desigualdades que tanto abundan en nuestro país.
Tuve el honor de estar presente cuando el presidente Alfonso Portillo reconoció la gesta que ellos habían realizado y les otorgó, en conjunto, la Medalla Presidencial.
En años recientes compartí con Carlos Enrique el Diplomado en Seguridad, Defensa y Desarrollo Regional que cursamos del 1 de marzo al 25 de octubre de 2007 en el edificio que hoy ocupa el Ministerio de la Defensa.
Hoy lamento no haber estado aún más cerca de Carlos Enrique que también se destacó al aceptar la presidencia de la Asociación de Periodistas de Guatemala (APG) y la intervención de Nuestro Diario.
La muerte de Carlos Enrique me llena de tristeza pero me consuela el saber que no está muy distante el momento en que ambos formemos de nuevo, hombro con hombro, vista al frente, en una de las compañías que indudablemente existen en el más allá.