Finlandia ya no es el paí­s de los suicidios


Finlandia ha figurado durante mucho tiempo en los primeros lugares del funesto palmarés mundial de suicidios, pero la curva se ha invertido y el paí­s nórdico ostenta ahora cifras comparables a sus vecinos europeos.


En Filandia, el número de suicidios disminuyó de 40% en los últimos 15 años. De 30 anuales por cada 100.000 habitantes en 1990 se pasó así­ a 18 en 2005, una proporción equiparable a las de Francia o Austria.

Las razones de esta fuerte disminución son múltiples y algunas todaví­a se resisten al análisis, admite el psiquiatra Jouko Lonnqvist, jefe del departamento de salud mental del Instituto Nacional de Salud Pública (KTL).

«El diagnóstico, la prevención y el seguimiento se han mejorado. Hemos puesto en marcha campañas de información sobre la depresión, mejor identificada y tratada ahora. El apoyo social y psicológico a los enfermos se ha reforzado», asegura.

La funesta reputación de Finlandia en materia de suicidios se remonta a las «veinticinco gloriosas» (1965-1990), perí­odo en que el paí­s realizó, tarde y a marchas forzadas, su urbanización y la modernización de su economí­a.

Durante ese perí­odo, el í­ndice de suicidios se triplicó. En 1991, los finlandeses ostentaban, junto con neozelandeses e islandeses, el récord mundial de muertes voluntarias.

«Delicioso suicidio en grupo», el libro del novelista finlandés Arto Paasilinna traducido en todo el mundo, que cuenta la odisea tragicómica de candidatos al suicidio en un autobús, es una ilustración feroz y divertida.

A la vista de la situación, los poderes públicos desbloquearon importantes medios y desde 1991 la oferta psiquiátrica se ha duplicado.

«Además tenemos a nuestra disposición mejores fármacos antidepresores, de uso sencillo, mientras que hasta principios de los noventa se prescribí­an sobre todo ansiolí­ticos y sedantes», explica Lonnqvist.

Las campañas de sensibilización en escuelas y cuarteles parecen dar frutos también: el í­ndice de suicidios de adolescentes y jóvenes que apenas superan la mayorí­a de edad disminuyó 30% durante el mismo perí­odo.

Sin embargo, el porcentaje de suicidios entre varones sigue siendo alto. La muerte voluntaria representa la primera causa de mortalidad de los hombre entre 20 y 34 años.

Sin distinción de sexo, la mortalidad por suicidio alcanza un máximo en las regiones aisladas y desfavorecidas del este y norte del paí­s. Es baja en el litoral suecoparlante del oeste.

El perfil tí­pico del candidato al suicidio es un hombre de unos 40 años, divorciado, en el paro, alcohólico y con problemas de salud.

Además de las tradicionales disfunciones mentales (depresión, alienación), personales (ruptura) o sociales (desempleo), los cientí­ficos designan la dependencia alcohólica como principal factor de riesgo.

«El factor social existe pero cuenta poco» en este paí­s donde las diferencias de niveles de vida son pequeñas y la economí­a floreciente hace de él uno de los más ricos del mundo por habitante, afirma Mauri Marttunen, profesor de psiquiatrí­a de la adolescencia en la universidad de Helsinki.

En cambio, «el alcohol está implicado en uno de cada dos suicidios, y uno de cada tres suicidas es alcohólico», tanto entre adultos como entre adolescentes, destaca Lonnqvist.

Los finlandeses consumen el equivalente de 10 litros anual de alcohol por persona, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) correspondientes a 2004. Menos que los franceses (14) y más que sus vecinos suecos (7) o noruegos (6).

Por último, los médicos echan por tierra el estereotipo de que la oscuridad invernal favorece el suicidio.

«La relación existe pero no es determinante», asegura Lonnqvist. Situada en la misma latitud, Noruega registra la mitad de suicidios.