Final de una etapa



Para los guatemaltecos el final de la contienda electoral es apenas el final de una de las tantas etapas de nuestra vida y quisiéramos confiar en que ésta pueda depararnos algo positivo como sociedad, aunque vistas las condiciones y circunstancias no podemos pecar de optimistas y tenemos que decir que, como nos ha ocurrido cada cuatro años, lo que nos corresponde ahora es seguir batallando en el plano de lo diario, de lo cotidiano, para construir entornos de seguridad y para evitar que los embates de la vida nos golpeen más de la cuenta.

El próximo gobierno enfrentará una situación verdaderamente difí­cil, sin que importe quién será el candidato que resulte electo, porque hay demasiados elementos en el horizonte como para ser dignos de una gran preocupación. Por un lado, tenemos que tener claro que la crisis económica mundial tiene efectos mucho más devastadores sobre aquellos paí­ses más pobres, menos preparados para competir en un mercado global que no tiene reparos más allá que los que impone la brutal lucha por el control de los mercados.

Y siendo que nuestra principal fuerza y gran capital, que es el humano, se encuentra en condición de total abandono al punto de que ni siquiera nos preocupamos por dar de comer a nuestros niños para permitirles la posibilidad de un desarrollo integral en lo fí­sico y en lo intelectual, no podemos aspirar a mucho a la hora de competir con otros paí­ses y esa es una realidad que ha de encarar el próximo gobierno, agravada por la crisis económica, el deterioro fiscal y la evidente debilidad polí­tica producto de los excesos en una campaña que lejos de ser edificante y constructiva, terminó mostrando el cobre de nuestra clase polí­tica.

A estas alturas la suerte de los dos contendientes está echada y no hay ya mucho que hacer ni elementos para modificar un resultado electoral que según muchos se presenta cerrado, pero que según otros está cantado a favor del candidato que alcanzó y que, como se dice con los caballos, por ello pareciera llevar las de ganar. Pero al margen de quién resulte electo, porque de todos modos las diferencias entre ambos no llegan a ser significativas, lo que sí­ es concreto es que quien llegue tendrá frente a sí­ un panorama difí­cil que demandará del electo y de su equipo una entrega absoluta y un talento excepcional para manejar la crisis porque de lo contrario, podemos entrar en un perí­odo muy convulso y de inestabilidad. Ojalá que los candidatos lo entiendan y asuman claramente cuál es su responsabilidad, porque de entrada hay que decir que el triunfo ahora no viene acompañado de gloria, sino de retos, desafí­os y problemas.