El filme «Los actores del conflicto» del colombiano Lisandro Duque sacudió ayer el festival de cine latinoamericano de Trieste (norte de Italia) por su sobria y perspicaz denuncia sobre los secuestrados en Colombia.
Aplaudido por el público del legendario cine Miela, donde se celebra el festival italiano desde hace más de 20 años, el filme aborda con humor cínico y negro uno de los dramas más graves que azotan a Colombia, el secuestro que padecen miles de personas, más de 3 mil según cálculos oficiales.
Sin emplear una sola imagen violenta, ni sangre, ni explosiones, ni muertos, la cinta, que se estrenó hace una semana en Colombia e inauguró el Festival de Cartagena, tiene una sorprendente actualidad, pese a que fue escrita hace una década.
«No fue por autocensura. Es más bien que no me siento competente para filmar escenas violentas. Quise contar todo desde la perspectiva visual de los caminantes y mochileros (los actores callejeros en el filme) y de cómo perciben ellos el conflicto armado», reconoce Duque en una charla con el público italiano.
Por voluntad del mismo director no se hace referencia a secuestrados ilustres, como Ingrid Betancourt, liberada a mediados del año en un espectacular operativo militar, sino a los tantos secuestrados anónimos, soldados, políticos, maestros, que viven desde hace años plagiados sobre todo por la guerrilla.
«No quise hablar de personalidades secuestradas sino más bien de hechos que me inquietan sobre el secuestro, que es epidémico en Colombia, como por ejemplo se pierde el derecho a las propias funciones fisiológicas, porque hay que pedir permiso y te vigilan en esos momentos, algo realmente excesivo», cuenta Duque.
Con la excelente actuación de Mario Duarte, uno de los tres mimos callejeros protagonistas que terminan en una zona de conflicto para hacerse pasar por guerrilleros reinsertados a cambio de un soñado exilio a España, la película muestra a todos «los actores del conflicto» colombiano con una mirada a la vez crítica y cercana: guerrilla, paramilitares, ejército, narcotraficantes y hasta curas de la Iglesia católica.
El ingenio creativo de Duque, autor entre otros del célebre «Visa USA» (1986) y «Milagro en Roma» (1987), basado en un cuento de Gabriel García Márquez, logra describir un país complejo con sátira y por momentos ligereza.
La escena de cientos de personas frente a la oficina de la Defensoría del Pueblo para denunciar el secuestro de algún familiar resulta emblemática de ese drama, vivido como un normal momento burocrático.
«Para denunciar desaparecidos no hay fila, sólo a final de mes», ordena el guardia.
El final «abierto», en el que «nada se resuelve y se comienza de nuevo de cero», es la manera como el mismo cineasta percibe la realidad de su país.
«No veo solución, ni voluntad para resolver el conflicto, ni a nivel nacional ni internacional. El tema del secuestro en Colombia ya está olvidado hasta en Francia, que tanto batalló por la Betancourt», sostiene Duque.
El tono de comedia y el empleo de un lenguaje divertido, en el que «paracos, prepagos, traquetos, viciosos, cuchilleros y mochileros» se mezclan, demuestran que el cine cuenta con recursos para tratar un tema tan explotado y que genera sospecha.
«El rodaje me llevó a cambiar el guión», cuenta el director, que sufrió una serie de inconvenientes durante la filmación igual a los que sufrieron los personajes de la cinta.
«Nos desalojaron del pueblo de San Martín, en el departamento del Meta, a dos horas y media de Bogotá. Nos sacaron los paramilitares. Nadie en el pueblo quiso ayudarnos a la filmación y eso que es un negocio ventajoso: servir 50 cenas, refrigerios, cuartos para dormir», dice.
«Salimos disparados una madrugada, asustados, después de que nos pidieron el permiso del jefe Miguel, que ya fue asesinado», reconoce Duque que emplea en el filme escenas de las que fue víctima durante el rodaje, como las motos que pasan amenazadoras y las sombras sospechosas frente a la puerta de su habitación.
La película, que costó 800 mil dólares y cuenta con fondos del Estado, concursa junto con otras trece cintas en el festival de Trieste.