De Historia y Tradición
En Guatemala tradicionalmente el ciclo de Navidad da inicio con la fiesta de Nuestra Señora de Concepción el día 8 de diciembre y finaliza con la celebración de Nuestra Señora de Candelaria el 2 de febrero. En este tiempo ocurren varias festividades de gran importancia para muchísimos piadosos guatemaltecos; la fiesta de Concepción es una singular celebración que tiene en la víspera por la noche un motivo de gran festejo y regocijo popular en la llamada Quema del Diablo, prosigue con el día de Nuestra Señora de Guadalupe el día 12, Nochebuena el día 24 , la magna fiesta de Navidad el 25, continúa la festividad del día de los Santos Inocentes el 28 de diciembre; luego con la fiesta de Santa María Madre de Dios el 1 de enero (conocida también como de la Circuncisión), continúa el 6 de enero con la festividad de la Epifanía llamada también de los Santos Reyes Magos y culmina con la festividad de Candelaria el 2 de febrero.
Universidad de San Carlos de Guatemala



De tal manera que uno de los personajes singulares de la historia y la representación del nacimiento de Cristo es San José, cuya importancia no viene ni de su ascendencia, ni de sus actividades o relaciones, ni siquiera de sus virtudes, sino más bien de su título de «esposo de María de la cual nació Jesús». Indudablemente que en los planes de la encarnación del hijo de Dios, San José es el tercer personaje de este plan divino, pues no puede separársele ni de Jesús ni de María, ya que los tres son los actores principales del gran misterio, tal y como lo apunta el evangelista San Mateo cuando nos dice: «Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo». Por eso el cristianismo ha considerado siempre en sus pensamientos y afectos y en la historia de la salvación, que Jesús, María y José forman una trinidad inseparable.
José, esposo de María, es hijo de la familia de Jacob o de Helí, de la familia de David. San Mateo y San Lucas anotan la ascendencia del patriarca. Ambos evangelistas confirman que José es del linaje de David. Aparte de estos datos se sabe muy poco. No se conoce la fecha y el lugar de su nacimiento aunque muchos apuntan que es originario de Nazaret. De su muerte, en un texto copto apócrifo, se apunta que José murió el día 26 del Epep, que corresponde al 20 de julio de nuestro calendario; su muerte se recuerda en ese día. Lo que sí es cierto es que los Evangelios ubican a María y José como ciudadanos de Nazaret y que, una vez nacido Jesús en Belén, retornan a Nazaret donde Jesús al lado de sus padres crece en sabiduría y conocimiento.
Lo que sí es seguro es que José ejercía la profesión de textoon (del griego) que es equivalente a carpintero. Si bien José es pocas veces mencionado en el Nuevo Testamento, lo cierto del caso es que está estrechamente vinculado a los primeros años de Jesús y la última vez en que se le menciona es cuando Jesús hace la primera predicación en la Sinagoga. Después de esta aparición pública ya no se le vuelve a mencionar, pero es seguro que siguió junto a Jesús y María y que, según parece, murió antes del sacrificio del Calvario.
Antiguamente la Iglesia dedicaba el 8 de diciembre a la fiesta del patrocinio de San José. Hoy esta fiesta se ha trasladado al 19 de marzo y a San José se le venera como el patrono de la Iglesia Universal. También es patrono de la buena muerte, de las familias cristianas, de los trabajadores y los pobres y de las almas de sacerdotes y religiosos.
En el arte religioso suele representarse la más bella y hermosa imagen de San José: cuando tiene a Jesús Niño en sus brazos. Por eso nos interesa destacar a San José padre, característica que se refleja en todos los pasajes del Nuevo Testamento que recogen los evangelistas y en los cuales la paternidad de San José es siempre exaltada.
El evangelista San Mateo narra la adoración de los Magos y la importante participación que San José tuvo cuando un íngel le anunció en sueños que tomara al niño y a su madre y salieran de la tierra de Israel para salvarlo de la matanza que había ordenado Herodes. Es lo que se conoce como la huida a Egipto y la matanza de los niños inocentes. Posteriormente, el íngel anunció nuevamente a José que podían retornar a la tierra de Israel y, luego de esta advertencia, la Sagrada Familia hizo viaje de vuelta a la ciudad de Nazaret para que se cumpliese lo dicho por los profetas: que Jesús sería llamado Nazareno.
Finalmente, las sagradas escrituras nos dicen que el niño Jesús crecía y se fortalecía lleno de sabiduría y que a los 12 años, al subir sus padres a Jerusalén, Jesús se quedó en esa ciudad sin que sus padres lo advirtieran, pensando que él iba en la caravana. Sus padres anduvieron camino de un día y lo buscaron y, al no hallarle, volvieron a Jerusalén en busca suya; al cabo de tres días lo encontraron en el templo y aquí nuevamente San José es reconocido como el padre de Jesús, cuando su madre le dice: «Â¿Hijo, por qué nos has hecho esto?, mira que tu padre y yo, apenados, andábamos buscándote». De aquí en adelante los Evangelios no vuelven a mencionar a José. Al parecer la misión de San José está cumplida. Ya Jesús está presto a iniciar su vida pública y hacia El se encaminan las narraciones de los evangelistas.
Para la época colonial en Santiago capital del reino, hoy La Antigua Guatemala, el ciclo navideño fue motivo de importantes y diversas manifestaciones de culto interno y externo en esos días. Sin embargo, no todas esas celebraciones fueron llevadas a cabo en un sólo templo sino en varios y muchas veces en forma simultánea; es así como la tradicional festividad de Concepción era celebrada en muchos templos de la capital de Santiago pero de especial manera en el templo franciscano y en la capilla de la Venerable Orden Tercera donde había altares dedicados a la Virgen; en otros lugares también existían altares permanentes dedicados a N. S. de Concepción como en Catedral, La Merced, templo del Colegio de Misioneros de Cristo Crucificado, Recoletos; en el templo de religiosas de Nuestra Señora de Concepción, para no mencionar más que algunos; para el siglo XVIII muchos templos más poseían imaginería con la especifica advocación de Concepción, inclusive algunos considerados pequeños como sucedía con el templo de Santa Lucía, lugar en el cual desde nueve días antes de la Pascua de Nochebuena y Navidad eran celebradas misas, siendo la del magno día oficiada a las tres de la mañana y cantada.
Era de especial connotación la imagen de Nuestra Señora de la Anunciación (festividad que tradicionalmente es celebrada el 25 de marzo, es decir 9 meses antes de la Navidad) en el templo de los religiosos jesuitas conocida como Nuestra Señora de la Anunciata; esta representación alude al momento cuando el arcángel San Gabriel saludó a la Virgen y le dijo que por obra del Espíritu Santo había quedado encinta. Dicha imagen se hallaba alojada en el templo jesuita cuyo altar sirvió el Santo Hermano Pedro de Betancur durante años, sin duda durante el ciclo navideño esta importante imagen fue visitada no sólo por los acostumbrados devotos sino por muchos vecinos de la capital del reino.
La devoción a la Virgen de Guadalupe se introdujo en la capital del reino cuando menos desde el siglo XVII en altares permanentes como sucedió en Catedral, en Belén donde había capilla y retablo, para el año 1769 esta capilla poseía un lienzo de la Virgen de vara y media, así como un tablero pintado con el tema de la Anunciación, dos angelitos de talla y las imágenes de San José y San Juan Bautista; mientras que en el siglo XVIII otros templos más tuvieron sendos lienzos.
Las posadas
La tradición de las posadas que tanto incentivó el Santo Hermano Pedro de Betancur tuvo en el templo del Calvario una sede alegre donde la población manifestó en muchas ocasiones su regocijo. Asimismo, la tradición de efectuar Nacimientos era llevada a cabo en todos los templos de la capital del reino, y al igual que las posadas destaca sin duda el grande esfuerzo del Santo Hermano Pedro por aumentar la devoción a la Natividad de Jesucristo.
En el templo del Hospital de Belén, cuyo fundador fue el mismo Santo Hermano Pedro, había una imagen de Concepción en su altar; para el año 1769 se conoce por medio de los inventarios de bienes religiosos del templo de Belén realizado por el fraile Juan de San Joseph en la entrega del conjunto monumental y sus bienes a fray Manuel de San Antonio por ausencia del prior fray Pascual de San Joseph que en el citado templo del Hospital existía entre las imágenes de gran devoción las siguientes: «Primeramente una imagen de nuestra Señora La Patrona con el Niño en los brazos puesta en un trono nuevo de madera dorado, con espejo de cristal por delante, a los lados, en el respaldo, en el cielo y en sus remates» en el altar mayor. Asimismo, agrega otros bienes: «Dos imágenes de Nuestra Señora y Señor San José grandes, dos Niños Jesús, todo de talla y forma el misterio del Nacimiento»; algo similar tendría tiempo después el Beaterio de Belén de las religiosas betlemitas, poseían en el altar mayor del templo «una Nuestra Señora y Señor San José de vara con el Niño Jesús de vestir con un vestido de tisú cada imagen», este templo posee en su fachada una célebre representación del Nacimiento obrado en ladrillo y estuco de gran belleza en el cual es posible observar a un lado la efigie del Santo Hermano Pedro quien acompaña la excelsa escena.
La celebración de la Nochebuena fue muy importante al grado que en 1708 se tiene en el templo de la Escuela de Cristo a doña Isabel Teresa de Armas y Ayala vecina de la capital del reino asegurando fondos por medio de una escritura otorgada ante escribano para que dicha festividad fuera celebrada de la mejor manera posible; en la Nochebuena salía del Hospital de Belén un rezado con las imágenes de la Virgen María y San José acompañados de gran gentío rezando el Santo Rosario, esta devota actividad era otra iniciativa del Santo Hermano Pedro, y de hecho una posada en todo el sentido de la palabra.
Para el siglo XVIII en los templos parroquiales de Candelaria y San Sebastián no se reportan imágenes de Concepción. Sin embargo, en el segundo de los templos mencionados destaca la veneración por Nuestra Señora de la Esperanza, bella imagen venerada cuando menos desde la primera mitad del siglo XVII y su nombre alude a una imagen de la Virgen de la Expectación mientras que en el templo parroquial de Nuestra Señora de Los Remedios aunque había altar de Concepción (año 1739) la imagen titular era una virgen llamada de Los Remedios pero esta imagen no presenta los atributos iconográficos que marca la tradición hispánica y luego mexicana, de ser una imagen con el Niño Jesús en su brazo izquierdo y coronada; en realidad la virgen de los Remedios de Guatemala es una imagen de Nuestra Señora de la Expectación, y por lo tanto muy celebrada en ese tiempo.
La festividad del 28 de diciembre dedicada a los Santos Inocentes recuerda la muerte cruel de muchos niños por orden de Herodes, al igual que la festividad anterior no se tradujo en capillas o altares permanentes en los templos de Santiago, y sí lo fue en un pequeño pueblo situado cerca de la capital del reino como es Parramos, población donde el santo patrón es precisamente los Santos Inocentes, en este lugar debió ser de especial importancia este día.
La festividad de la Circuncisión del 1 de enero no tuvo especial connotación en alguno de los templos de la ciudad. Sin embargo debió ser celebrada de forma especial en la capilla de Santa Ana de los Naturales, adjunta al templo franciscano. En ese recinto era venerada una bella imagen de Niño Jesús conocida en los documentos coloniales como el Niño Jesús de la Veracruz.
En la conmemoración de la Epifanía o Día de Reyes se llevaba a cabo en la capital del reino, a iniciativa del Santo Hermano Pedro, con una procesión que salía del templo mercedario con destino al de Belén, en ella eran conducidas las imágenes de los Santos Reyes. Sin embargo, esta celebración no pareció traducirse en altares permanentes en los templos de Santiago capital del reino, lo cual posibilitó que el cercano pueblo de San Gaspar Vivar tuviera en esta época del año un momento singular.
En efecto, el nombre Gaspar corresponde a uno de los Magos cuyos nombres mantiene la tradición popular, siendo los otros Baltasar y Melchor; todos aparecen representados en el retablo principal del templo del pueblo de San Gaspar hoy en el Museo de Arte Colonial de La Antigua Guatemala, San Gaspar es obra de escultura y los otras imágenes son pinturas de tablero.
Finalmente, en el templo de Nuestra Señora de Candelaria, la imagen titular era Nuestra Señora de Candelaria o de la Purificación, cuya fecha principal es el 2 de febrero; este día cierra el ciclo navideño y debió ser una festividad notable para la ciudad de Santiago al grado de hacer insuficiente el templo para albergar la gran cantidad de personas que acudían al mismo, desde personajes de la vida política y económica hasta humildes campesinos comarcanos.
De imágenes y Veneración
Para conmemorar el nacimiento de Cristo, los artistas guatemaltecos realizaron tallas en madera estofada con atributos de plata, muchos para los templos pero también de carácter doméstico, que representan al misterio de Belén integrado por el Señor San José, la Virgen María ambos en posición de adoración y el Niño Dios.
Por lo general, las obras fueron realizadas en madera y luego encarnadas y estofadas que se complementan con coronas imperiales de plata mestiza o sobredorada, para San José y la Virgen María y resplandor del mismo metal, con las mismas características para el Niño Jesús y una vara de plata sin sobredorado para el padre de Jesús.
El Señor San José se representa con una talla elaborada con inclinación hacia la derecha, su cabello ensortijado, corto, cae hasta cubrir totalmente el cuello, figura como un hombre de 30 años aproximadamente. El rostro está encarnado tiene definidas sus cejas en forma arqueada, acentuando los ojos avellanados, algunos de vidrio soplado y pintado. La nariz tiene un ángulo de 45 grados y abajo la boca pequeña entreabierta, enmarcada entre los bigotes y la prolongación triangular de la barba que se parte en dos a la altura del mentón, con espacios prolongados entorchados.
En el barroco, los brazos están en pleno movimiento. El derecho se mueve hacia el pecho, en señal de reverencia y amor hacia el Niño Jesús, ya que su mano abierta se centra en el pecho y señala con el índice el corazón. El derecho con una inclinación de 45 grados, deja una mano entreabierta para sostener la varita florecida, que es evocada con una forma realizada en plata con flores abiertas. Esta posición caracteriza a los representaciones Josefinas en Guatemala, ya que unifica el criterio que los artistas utilizaron para colocar a San José al momento de adorar al Niño Dios. Su cuerpo está totalmente cubierto, solo deja visibles las dos manos y un pie hacia la parte de atrás, el cual se muestra ligeramente inclinado vestido con una sandalia.
La talla de la Virgen María está también en posición de adoración para acompañar al Niño Jesús en el Pesebre junto a la imagen del Señor San José. Tiene una inclinación hacia la izquierda, con rostros y manos encarnadas y el cuerpo cubierto con estofes de variados diseños.
La cabeza está cubierta con manto blanco, el cabello ensortijado con un mechón de cabello que cae hacia el lado izquierdo, mientras que el resto pende sobre los hombros y cae hasta la cintura, formando suaves formas de S un detalle muy propio del siglo XVIII en las tallas guatemaltecas, pero que sin duda está inspirado en las típicas formas que el cabello de las figuras representadas en pinturas y esculturas del renacimiento europeo. El rostro está encarnado hasta mostrar el cuello. Los ojos avellanados, con la ceja semicircular, la nariz detallada con perfil perfecto, boca cerrada pequeña, labios rojos, de su oreja derecha pende un arete antiguo de oro.
La pieza central del Nacimiento es la talla del Niño Dios representado por una graciosa escultura, cuyo cuerpo igual que en el caso de sus padres, tiene la misma fuerza escultórica de otras obras de mayores dimensiones. Su cuerpo presenta el clásico movimiento de los Niños Dioses chapines, primero con un rostro de un niño de más de un año, pero en el cuerpo de un neonato, esta vez revestido de un pañal, lo cual lo enlaza más hacia el inicio del siglo XIX cuando las tallas del Niño Dios se hicieron pudorosas, situación que empezó a manifestarse desde fines del XVIII. Posee giro en la cabeza, que busca endulzar a sus espectadores con una leve sonrisa, mirada suave y un rostro de pómulos pronunciados en una carita casi redonda. El cuerpo presenta detalles de líneas de gordura a nivel del vientre, las piernitas y los brazos.
Los bracitos se mueven en posición usual en los Niños Dios de Guatemala, con las manos levantadas, la derecha en señal de bendición, siguiendo la posición de un Pantocrátor y la otra busca acoger a la humanidad, también basada en la misma forma en que están las imágenes pintadas de los Cristos colocados en los ábsides medievales de las regiones españolas.
Las piernas dejan lugar a mostrar el típico pataleo de los Niños de Guatemala, dándole la gracia de un recién nacido. Posee un resplandor de plata sobredorada o mestiza que presenta las tres potencias adheridas sobre los rayos, demostrando la majestad de Dios.