En otros tiempos que fueron un poco mejor que los de ahora, todavía sonó aceptable la frase ¡Feliz Navidad! Con signos de admiración muy bien enfatizados, talvez porque los trabajadores ganaban salarios más equilibrados con el coste de vida prevaleciente, lo que les permitía cumplir con ciertos gustos personales y familiares.
Pero el tiempo avanzó y la voracidad de unos sobre otros fue disminuyendo la capacidad de adquisición de los asalariados, hasta llegar a nuestros días en donde los trabajadores ganan quetzales pero tienen que pagar con dólares, lo cual marca un evidente contraste que en lugar de producir alegría produce furia y tristeza, obligándonos a desearnos ¿Feliz Navidad? Pero con grandes signos de interrogación, en las áreas urbanas, pero dejando en el misterio el destino navideño de quienes viven en el campo, allá en la montaña, donde la noche del 24 de diciembre no es más que un renovado recuerdo de su largo peregrinar en este incierto callejón de la pobreza y la miseria, porque sus hermanos semejantes se olvidaron que ellos se encuentran en ese lejano rincón patrio, por lo que con una humilde mirada hacia el cielo tejen con esos signos de interrogación de esos protocolarios deseos de ¿Feliz Navidad?, una gigantesca cadena de plegarias dirigidas a aquel cuyo nacimiento se celebra con extraordinaria relevancia y derroche económico, pero con limitado fervor espiritual, poniendo de manifiesto la ausencia de valores que diferencian a los humanos de los animales, pero que ahora son los que rigen a la sociedad.
Esas humildes oraciones que llevan las huellas del sufrimiento y la discriminación, han sacudido las sensibilidades del Creador, quien lleno de sentimiento está derramando sus lágrimas de lluvia en este diciembre que ha dejado de oler a tamal, en esta patria donde el dolor es pan del día y la felicidad y el bienestar una lejana letanía.
Hermanos yo les invito en esta plebeya Navidad para que juntos bajemos una estrella, la estrella que guió a los Tres Reyes Magos, para que venga a iluminar la esperanza de quienes como riqueza tienen el alma bella. «No es con una idea como se levanta a los hombres, sino con un sentimiento» Hipólito Taine.