Feliz año nuevo



Publicamos hoy la última edición del año 2006 en el que, como siempre, nos ha tocado reportar muchas tragedias, desgracias y problemas sin que los éxitos y avances puedan compararse ni en cantidad ni calidad. Cierto es que muchas cosas buenas no adquieren la categorí­a de noticia porque constituyen el esfuerzo cotidiano de muchos por hacer las cosas como Dios manda, con la debida honestidad y corrección y esa constancia no trasciende a las páginas de los diarios con el í­mpetu que lo hace cualquier acto de corrupción, cualquier crimen o comportamiento antisocial, pero así­ es como funcionan y han funcionado las sociedades.

Lo cierto del caso es que este año que terminamos ha sido un año difí­cil porque se incrementó la ausencia del Estado y sus instituciones, sufrimos durante casi todo el perí­odo una crisis de los médicos empleados en salud pública reclamando insumos para atender a sus pacientes y vimos las morgues atiborradas de ví­ctimas tanto de la violencia como de los accidentes de tránsito que cobraron demasiadas vidas en estos doce meses.

Ni siquiera la presencia del Ejército en las calles sirvió para disuadir a los criminales que asaltan y matan impunemente porque no tenemos estructuras de Estado capaces de terminar con la impunidad. Y por si todo ello fuera poco, nuestra representación nacional, la que constituyen los diputados al Congreso de la República se lució pero por los clavos en que incurrieron a lo largo del año.

Fueron doce meses en los que se evidenció cuán importantes siguen siendo los imponderables en polí­tica, puesto que empezó con la decisión de unas cuestionadas primarias en el oficialismo, mismas que provocaron la salida de los fundadores de la GANA, y terminaron con ese partido sin candidatos luego de un accidente automovilí­stico que afectó a un candidato que estaba alegrando el ambiente del partido y de la quiebra de Bancafé que dejó fuera al que parecí­a ungido por las estructuras del poder.

Entramos ahora a otro año en el que los imponderables siguen a la orden del dí­a y en el que no existen razones para pensar en cambios importantes que preserven la vida de los habitantes del paí­s porque no existen los mecanismos de combate a la impunidad que hacen falta. Guatemala sigue siendo un paí­s en el que el crimen paga, en donde quien la hace no la paga y eso constituye el mayor problema para la sociedad porque no existe el auténtico estado de derecho y el debilitamiento de las instituciones se convierte en un reto que, junto al combate a la impunidad, parece afianzarse en vez de retroceder y mermar. Así­ y todo, deseamos y le pedimos a Dios, un mejor año para nuestra Guatemala, y que las ilusiones que en estas postreras horas del año se alientan, puedan convertirse en realidad.