Felices fiestas de Navidad y Año Nuevo


Las fiestas navideñas y de Año Nuevo son buenas. Tengo varias razones para pensar así­, aunque personalmente no sean de mi agrado. Quiero decir, intelectualmente veo lo grandioso de los dí­as, pero hay algo en mí­ que se niega a aceptarlo, que rehúye las fechas y anhela profundamente el paso del tiempo. Pero los dí­as, repito, son muy buenos. ¿Por qué? Ahora doy algunas razones.

Eduardo Blandón

Para comenzar, son dí­as en los que la gente puede descansar. Sin duda la persona inteligente (así­ lo veo yo) aprovecha estos dí­as para reposar, dormir y recobrar energí­a. Levantarse a las ocho, nueve de la mañana o simplemente quedarse en cama viendo televisión es una bendición del cielo que no deberí­a dejarse escapar. El cuerpo y el espí­ritu merecen un mejor premio, sobre todo cuando se les trata sin misericordia en los dí­as laborales.

Diciembre también es bueno para compartir amor. Aun el más tí­mido tiene la oportunidad para salir de su encierro vital y expresar buenos sentimientos. Todo se presta para decir «te quiero», «te amo», «perdóname» y tantas palabras que pueden develar la humanidad quizá perdida en los dí­as de trabajo. Así­ Navidad y Año Nuevo son tiempos para «humanizarnos». Hasta los delincuentes y asesinos parecen darse vacaciones en estos dí­as para echarse una lagrimita con mamá, hijos o parientes.

Estos dí­as también son propicios para «desidiotizarse». Hay tanto tiempo que hartos de ver televisión y visitar centros comerciales hasta se puede leer. Para algunos son dí­as en los cuales finalmente se pueden repasar periódicos, libros, revistas o lo que sea. Gracias a esta temporada algunos llegan a enero menos burros que antes, eruditos, crí­ticos y hasta con una conversación más interesante que las del pasado.

Incluso, son dí­as para comer bien. Si en el año la gente acostumbra alimentarse en la calle, apresurada, ahora las cosas se pueden hacer con más parsimonia, disfrutando cada bocado, masticando bien y saboreando cada comida. Estas son fechas para recobrar el gusto por la comida y hasta para conversar con quienes se comparte el pan. El paladar lo va agradecer, el estómago, la familia, todos estarán contentos en estos dí­as.

Lo que sobrará en estas fiestas es tiempo. Tiempo para hacer ejercicio, visitar amigos, ir al cine, escribir poesí­a y hasta para ir al baño. El reloj tendrí­a que dejar de ser el tirano de siempre y darle vacaciones. Es una época en la que habrí­a que recuperar la dignidad, la autonomí­a y el derecho a la felicidad. Habrí­a que expulsar a los demonios y convertirse, aunque sea por deporte, gusto o aburrimiento, en otra persona.

Hay otras cosas bonitas de Navidad y Año Nuevo: la oportunidad de renovar la ropa, comprar regalos a los hijos y esposa, tomarse unas copitas, llorar para desahogar las penas, visitar otros paí­ses o simplemente ir a misa (de último). Pero hay algunos que con todo no nos sentimos felices y preferimos ocuparnos en algo para escapar de un sentimiento de tristeza extraño y suplicar al cielo que pasen estos dí­as a prisa. Los hombres y mujeres felices también deberí­an darnos la oportunidad para que nosotros, «los aburridos», la pasemos como nos de la real gana. No sientan piedad, háganse los desentendidos y disfruten de eso que quizá algunos anhelemos profundamente.