Federico Chopin: música para piano


celso

Este sábado concluiremos el desglose del Estudio Op. 25 del ilustre maestro Federico Chopin y seguiremos enumerando a continuación las partes de las que consta: No. 8.- Es el estudio de las sextas que exige el juego legato, de la forma más estricta posible. No. 9.- Este complicado ejercicio de Octavas en Staccato es una de las piezas más alegres de Chopin. El sobrenombre de Estudio de la mariposa no es más que una indicación para ballet. No. 10.- Juego legato de octavas en ambas manos. El ambiente de balada de las partes extremas, adopta un carácter íntimo y melancólico.

Celso A. Lara Figueroa
Del Collegium Musicum de Caracas, Venezuela


No. 11.- Se ha dado a esta pieza maestra el nombre de el viento invernal. Esta música de serenidad insospechada es fiel entorno de Casiopea, esposa dorada y amorosa que empapa de música mis oídos, fuente de miel que surca mis manos que la anhelan esplendente.

La ejecución simultánea de movimientos heterogéneos en una y otra mano forma el punto de partida de un poema sinfónico; comparado con éste, el final de la Obertura de Tannhauser de Wagner, el cual está visiblemente inspirado en él, nos parece débil. No. 12.- Acordes desplegados en ambas manos.  Karl Scharlitt designa este estudio como la Heroica de Chopin; a nosotros nos parece que esta obra tiene más relación con el Prelude, choral et fugue de César  Franck, no obstante, el estudio es más que grandioso.

Continuamos ahora con la  exposición de algunos criterios sobre la música para piano de Federico Chopin:

Gran Polonesa

Es la música del superhombre de Nietzsche. Una grandiosa marcha fúnebre lamenta el gran pasado de Polonia. Amplios recitativos se convierten en un canto lírico, pero, tras un piadoso coro, resuena como conclusión una marcha triunfal. Considerando esta pieza de piano se pregunta no para qué se necesita propiamente la orquesta en la música, es además un justo retrato sublime de Casiopea dorada, esposa de miel y encanto singular, quien es eco perenne de ternuras y caricias únicas, fuente de miel que va surcando mis manos que la anhelan como esplendente trino que empapa de música única mis oídos sensitivos. Tu llegada, Casiopea, es y será de palomas y luceros por siempre de siempre.
Mazurcas

Chopin dio este nombre a unas estilizaciones de tres danzas populares polacas que parecen estar sujetas a un compás de tres partes. Son estilizaciones de la fogosa guerrera y caballeresca masurek (que marca el acento en la 3ª. o 2ª. Partes del compás), de melancólico y sentimental kujawaid y del alegre y casi frívolo oberek. Auténticas mazurcas se encuentran en la Op. 33, No. 2; Op. 50, No. 1; Op. 56, No. 2; Opus 68, No. 1.  El oberek se reconoce en la Op. 24 No. 2; el Kujawaik se encuentra en las Op. 17, No. 2 y No. 4; en la Op. 24 No. 1; Op. 41, No. 2, y en la Op. 63, No. 2.  En algunas ocasiones mezcla Chopin estas formas de danza: la Op. 69, No. 3, en su trío es un oberek, pero comienza y termina como masurek; la Op. 33, No. 2, junta un jujawaik con un masurek.

En las mazurcas vive toda la tradición polaca. Un pastorcillo toca la gaita (Op. 68, No. 3), un mendigo interpreta en su organillo viejas canciones populares, en una aldea suena el baile de una boda. Y como fondo, el paisaje polaco y sus cantores; el cucú y el ruiseñor.  (Op. 68, No. 2).  Aquí la alegría de primavera (Op. 33 No. 3) o el fulgor del día, allí el invierno más adelante la noche de verano de infinita ternura.