Para finalizar estos comentarios sobre la música de uno de los más grandes compositores de la música occidental como lo es Federico Chopin diremos que el compositor tuvo contacto directo con el folklore de su patria solo hasta los veinte años. Sin embargo, antes de continuar sirvan las líneas de esta columna como tributo de devoción a Casiopea, esposa dorada, camino de eternidad, “Flor Horaria” que crece eterna en el centro de mi alma, suave lucero élfico que brilla en nuestra casa-ancla. Campanada de estrellas que se hunden en mi vida cotidiana cual raíz de sauco.
Del Collegium Musicum de Caracas, Venezuela
En tal sentido, muchos años después, la emigración a Francia hasta su muerte le acrecienta el amor por los cantos y las danzas de su país, “que apenas puedo recordar”, escribe con dolor poco antes de su fallecimiento, pero que están de alguna manera presentes en su música. Todo el pensamiento y toda la invención musical de Chopin están impregnados de lo popular, sin que, sorprendentemente, podamos hallar más que algunas pocas citas literales del folklore polaco. La intuición genial le permite al artista saturarse de las formas melódicas y de los esquemas rítmicos y trabajar con ellos a su modo, logrando así una música polaca, que no tiene ni un solo motivo que no sea del compositor, si exceptuamos un tema pastoril en el Impromptu en fa sostenido y en el Rondó op. 14.
Del folklore recibe Federico Chopin incluso los fundamentos formales para estructurar el desarrollo musical. La influencia de la cultura popular es evidente en este gran músico, de forma más clara en aquellas obras de este compositor, que nacen directamente de los ritmos bailables populares, si bien es notable también en otras producciones de distinto género, ya que los medios elaborados para una clase de música los transfiere Chopin a otras composiciones, con lo que se crea el estilo inconfundiblemente chopiniano.
Por lo que se refiere a las formas que menos tienen contacto con la tradición, los fenómenos de las tonalidades paralelas constituyen una contribución particular en la armonía chopiniana, y no resaltan la forma genérica característica. Una vez más, en las mazurcas –que no son estilizaciones de danza– es donde mayormente se nota esta influencia, ya que todos los elementos de su formación se derivan de la tradición polaca. La característica más sobresaliente de la melodía de Chopin es la ornamentación, que también tiene su raíz en la conformación de los cantos populares, en los acompañamientos de las flautas pastoriles o de violines que intervienen en las fiestas populares. No cabe duda que la figuración ornamental de Chopin parte del folklore con la colaboración del bel canto italiano.
Con todo, el lazo que ata más fuerte la melodía de Chopin con la tradición de su patria es el carácter tan expresivo de aquella, flexible en grado sumo, característicamente instrumental y, sobre todo, de una pureza tonal admirable. Si la invención melódica es claramente personal, por ello puede escapársenos el perfume sutil de lo popular que despiden sus cantinelas.
Chopin no es solamente el lírico que en él veían sus contemporáneos. Lo popular en la música de Chopin es más que las trasformaciones del folklore, aun tan geniales como las vemos en su obra. Sus motivos fueron la consecuencia de una causa mucho más profunda: la identificación de sí mismo con el pueblo, del cual provenía.
Lo corto del espacio no permite ampliarnos más sobre el tema. Las notas anteriores las basamos en el excelente estudio de José Parramón sobre la música del ilustre pianista, así como en nuestros propios conocimientos sobre la música de Chopin.