En la columna de este sábado expondremos aspectos específicos sobre la música de Federico Chopin refiriéndonos a la opinión de ilustres compositores e intelectuales de la época que conocieron al insigne compositor y el carácter de su música. La música para piano de Chopin es como la vida dulce de Casiopea, esposa dorada, que es corola de luz, florecida semilla elaborando el surco que abraza la raíz de mi vida, y es canción de estrella y rutilante flor incorporada a mi camino
Del Collegium Musicum de Caracas, Venezuela
Empecemos señalando que cada una de formas musicales de Chopin es distinta en el carácter de su expresión, que va desde el sentimiento patriótico de las polonesas a la poesía alada de las baladas, pasando por el miniaturismo delicioso de los preludios y el lirismo soñador de los nocturnos. En lo que se refiere a los estudios, si bien es verdad que Chopin se preocupó de los aspectos técnicos, no menos cierto que estas composiciones están vitalizadas por un gran impulso espiritual que las convierte en obras artísticas muy considerables.
Nunca, sin embargo, la proporción de la forma y la belleza de la idea musical han de impedirnos ver en la música de Chopin una vinculación estrechísima, directa y querida con el pueblo y su folklore polaco, pero no como elemento a estilizar ni como suministrador de temas concretos a desarrollar o transformar, sino como factor determinado del “polonismo” que resuma toda la obra magnífica de Chopin, gran compositor, en la cual se advierte el vigor de lo popular en calidad de vitalizador de la creación personal. El patriotismo de Federico Chopin está no solo en sus composiciones más marcadamente polacas (mazurcas, canciones, polonesas) sino en toda su producción, porque el “polonismo” que la nutre viene determinado por el lazo que unía al compositor con la cultura de su pueblo y por el deseo de identificarse con ella. Aunque el artista vivió más de la mitad de su vida fuera de Polonia, siempre siguió pensando como polaco, sin que la existencia de mazurcas en su catálogo pueda ser considerada como un hecho sin significación.
La música polaca de Chopin es el resultado de la unión de diversos factores, entre ellos la asimilación de las esencias folklóricas y la conexión con las tradiciones de su país. De la manera sentimental de la polonesa, como canción de salón, o de su forma usual de danza, como era presentada, anteriormente, surgen heroicos y dramáticos poemas, pinturas musicales que van más allá de lo que el mismo Chopin había encontrado.
En el medio ambiente varsoviano, en el cual se desarrolló Chopin, florece el brillante estilo de los conciertos y estudios de Juan Nepomuceno Hummel, así como los sentimentales nocturnos de Juan Field, realizados también por compositores polacos, como Maria Szymanowska, Félix Ostrowski y otros.
Más que de un nacionalismo cabe hablar de patriotismo en la música de Chopin. La historia de Polonia está llena de sus trágicos destinos, sus afanes de libertad y las luchas por mantenerla marcan la obra de este gran compositor con unas tintas dramáticas que palpitan por encima del carácter romántico de la expresión. Nacen con estos acentos los Estudios op. 9 y 10, “Revolucionarios”, en calificación otorgada por Franz Liszt; el Preludio en, re menor; los Scherzos y las Sonatas; algunos Preludios y las mazurcas, esas mazurcas que hicieron exclamar a Robert Schumann: “Si el poderoso monarca del norte (Nicole I) supiera cuan peligroso enemigo lo amenaza en las obras de Chopin, en las sencillas melodías de sus mazurcas, no permitiría la ejecución de esta música. Las obras de Chopin son cañones ocultos entre flores.”