Fechas, homenajes, recuerdos… actitudes


Nos solemos acomodar en ciclos. Es más emblemática una década que un aniversario más. De ahí­ que al cumplirse los 30 años de ignominia e impunidad el espí­ritu se inunda de esfuerzos alrededor de homenajes póstumos. Se atribulan los recuerdos. Se busca la reivindicación de las ví­ctimas y efí­meramente se alcanza a comprender el entorno de la época oscura que nos tocó vivir. ¿Pero, y qué tanto cambia la sociedad? ¿Cómo podemos forjar un mejor futuro tomando como punto de partida no repetir las atrocidades del pasado, si éste es negado y renunciado por otras premuras?

Walter del Cid

Nuestro paí­s posee una población joven. De hecho todo aquel conglomerado de paisanos cuyas edades son menores a los 40 años, representan más del 60 % de la población total. Hacia el futuro, con las nuevas expectativas de vida, la base tenderá a hacerse de otra figura, no necesariamente triangular, pero ese es otro tema.

El hecho es que muy pocas de todas estas personas cuya edad se encontraba entre los diez años y aun menos, podrán tener una noción precisa de lo generado por el propio aparato estatal, cuando concibió esa arremetida en contra de la población civil, bajo el marco doctrinario provisto por la «seguridad nacional».

El pasado no es comprendido en toda su dimensión. No nos gusta intentar entenderlo. Bajo demasiadas presiones ha resultado muy práctico ignorarlo en medio de una distorsión «oficial» de aquellos vejámenes padecidos. Y el esfuerzo actual por hacer de estas fechas un emblemático punto de partida para que los recuerdos repercutan en las actuales generaciones es insuficiente. De tal manera que en el fondo no se produce un cambio de actitud. Y el regocijo de los verdugos es festejado por sus patrocinadores de ayer y el malicioso encubridor del ahora.

¿Qué se pretende con tan acentuada infamia? ¿Quién es el que sale ganando con esta actitud y por qué se promueven eventos inconexos que no provocan la necesaria reflexión de nuestra juventud? ¿Cuántas personas estarán dispuestas a dar algo de sí­, para provocar cambios en búsqueda de una sólida cimentación de nuestra democracia? ¿En dónde queda el llamado sistema de partidos polí­ticos, frente a este desafí­o impuesto también por la galopante individualización de nuestros colectivos desarticulados socialmente?

Los recuerdos por sí­ solos no producen cambios. Nos inundan de nostalgia y nos reavivan viejas heridas; vuelven a lastimar nuestra mancillada dignidad. Los homenajes rinden un tributo que al final se queda corto, se acentúa un efí­mero impacto al no generar nuevas actitudes que planteen una recomposición a lo largo del porvenir. Sin embargo, no hacer nada es volver a asesinar a ese enorme contingente de ví­ctimas, que nos legó el fratricida conflicto que nos tocó vivir.

Será necesario buscar y encontrar cuanto antes la posibilidad de aplicar justicia. De fortalecer la sociedad para vigorizar al Estado. De darle su lugar, con dignidad y firmeza a la elaboración de un «tejido social» que permita consolidar una cohesión con sólidos lazos de fraternidad y cobijados al amparo de una democracia que sí­ funcione. De lo contrario se caerá en una retórica que no redundará en cambios concretos.

Finalmente, deseo disculparme con el apreciable lector, toda vez que el martes pasado no me fue posible enviar mis reflexiones por presiones de tipo laboral que me limitaron la disponibilidad de poder cursar el artí­culo respectivo. Gracias por la comprensión tanto de quienes se molestan en leer estas lí­neas como de la Dirección de La Hora, por la flexibilidad manifestada en reiteradas ocasiones. Saludos y hasta el martes próximo.