Hay un cambio sustancial en los elementos que articulan lo público y lo privado, y entre los actores políticos tradicionales: García Cancilini.
Según este antropólogo argentino radicado en México, no hay que estar tan seguros que las radios o las estaciones de televisión, que abren sus micrófonos para que el público se exprese, vayan a solucionar los problemas que padecen las masas de hoy, pero estos medios de comunicación “fascinan†porque les ponen atención a sus públicos. Frente a los noticieros de televisión que parecen y se autoproclaman “transparentesâ€, concurre esa opacidad de las oficinas institucionales complicadas, que generan desesperanza en el Estado, en la Municipalidad local. Esto implica que hay una reestructuración general de los elementos que articulan lo público y lo privado, dice García Canclini y entre los actores políticos tradicionales.
Hay, de alguna manera, una transformación suscitada por las industrias culturales, ante la remodelación del consumo y la vida cotidiana en las megaciudades de América Latina. Los cambios comunicaciones de esta modernidad que estamos viviendo, en particular con la locura tecnológica de hoy, deben ser leídos como parte de reestructuraciones que hay que entender. En realidad, son muy profundos y muchas personas no se han dado ni cuenta.
Desde la perspectiva de García Canclini, los siguientes procesos que han modificado socioculturalmente la vida, son parte de este nuevo escenario:
Se han redimensionado las instituciones y los circuitos de lo público. Las instituciones y organismos locales y nacionales, pierden peso frente a los conglomerados transnacionales. Hoy valen más las empresas Globalizadas, que nuestros Estados y Municipalidades. Es el caso de las telefónicas y las empresas de Call Center. Estas últimas ofrecen trabajo bien remunerado a millares de guatemaltecos, en especial a las capas medias del país. Las primeras nos mantienen telecomunicadas a cada instante, aunque gastemos más de lo previsto, pero su función en la vida actual, es determinante para el nivel que pretendemos ofrecer ante los ojos de los demás. Por eso se adquieren teléfonos sofisticados.
2) Hay un cambio en los patrones de convivencia y asentamiento urbano. Se trabaja lejos del lugar donde se vive, se reduce el tiempo para habitar el propio lugar, por los viajes largos que se “padecen†diariamente. Se vive más en el bus o en el carro, que en la casa, pasando horas inútiles en el proceso de transportación.
3) Se reelabora “lo propio†por la gran cantidad de mensajes y bienes que vienen de una economía y cultura globalizada, generados fuera de nuestra nación. Esta reelaboración pasa por una nueva ciudadanía mundial. Un ejemplo: es la identificación con la comida: los niños y jóvenes prefieren comer pizza que nuestro exquisito fiambre, el 1ero de noviembre en Guatemala; van desapareciendo el ponche navideño, los buñuelos de octubre, etc.
4) Se redefine, también, el sentido de pertenencia e identidad cada vez menos en lealtad a lo local/nacional, y cada vez más por participar en comunidades transnacionales o desterritorializadas de consumidores. La juventud se va hoy por rock, en MTV o por noticias de CNN.
5) Se pasa de ciudadano -como representante de una opinión pública- a un ciudadano como consumidor de una cierta calidad de vida. Las formas argumentativas y críticas de participación, ceden al goce de espectáculos en medios electrónicos, y estos son nada más que anécdotas acumuladas y exhibiciones fugaces de acontecimientos en forma estructural y prolongada.
Todo lo que se inició con el proceso de industrialización de la cultura desde el siglo XIX, el teatro de plaza y el folletín, cobran hoy vida plena en la telenovela y la masificación radial y televisiva. Esto lo denomina García Canclini como la esfera pública plebeya, pero lo novedoso es que estas manifestaciones están subordinadas a un criterio empresarial de lucro. Y además, ordenadas globalmente y desterritorializadas en su contenido para esquemas de consumo.
Este es el fenómeno que el autor considera digno de atención, puesto que estamos en pleno siglo XXI, como consumidores, pero nos regresan a vivir como ciudadanos del siglo XVIII, porque el régimen que vivimos es de exclusión para la mayoría de personas que actúan como clientes. Son las élites tecnológicas-económicas las que, concentradas al máximo, reducen las voces públicas, tanto en la alta cultura como en la popular. Y millones siguen pegados al televisor viendo noticias o películas por “cable†y hay quienes no pueden dejar el teléfono ni un segundo…continuando con esa fascinación por los medios…