Fantasí­as navideñas tras cristales


Visitar la Sexta Avenida durante la estación navideña era uno de los paseos obligatorios para la sociedad capitalina (Fotografí­a de la época) Ilustración 2

Aní­bal Chajón Flores

Como todos los años, la temporada navideña se caracteriza por la exhibición de numerosos objetos tras las vitrinas que alegran la mirada de quien transita por las calles. Esta es una tradición que, en Guatemala, está por cumplir un siglo y que promete prolongarse por mucho tiempo más.


Corrí­a el mes de diciembre del año de 1926. La población guatemalteca se preparaba para una elección presidencial, en la que participarí­an tres contendientes, Chacón, Ubico y Tello. Habí­an ya pasado seis años desde la finalización del gobierno de Estrada Cabrera y se esperaba que la democracia se impusiera en el paí­s. Sin embargo, la actividad polí­tica no era la única prioridad para la población, también se esperaban las próximas festividades navideñas. Las elecciones se realizaron el dí­a 3 y, el 6, ya se sabí­a que el candidato electo era Lázaro Chacón. Por lo que, el 8 de diciembre, se inició el ciclo navideño tradicional con la festividad de la Virgen de Concepción, en el templo de San Francisco, y la de la Virgen de Guadalupe el dí­a 12, en la iglesia del mismo nombre. Según relatan las notas periodí­sticas del Diario de Guatemala de esa época, las «damitas guatemaltecas» lucieron en esta fiesta los trajes de «quetzaltecas» y «nahuilas».

A la par de las noticias polí­ticas del mundo y del paí­s, almacenes como Biener y el Palacio de los Muebles, ambos situados en la Sexta Avenida, anunciaban sus productos para que los guatemaltecos los ofrecieran como regalos navideños. En especial, se relató en una de las publicaciones: «La alegrí­a de las vitrinas». Según el relato periodí­stico: «Hoy en la mañana visitamos las vitrinas de los almacenes comerciales de esta capital, las cuales exhiben, en su mayor parte, juguetes y objetos propios para regalos de Pascua, la Pascua florida y risueña, como una promesa halagadora de aguinaldo fastuoso. El almacén de Edgar Ahrens exhibe una de las vitrinas más artí­sticas y tentativas: hay un cordero que parece balar, un ferrocarril con su larga hilera de carros y, presidiendo el concurso frí­volo, un Saint Claus que entrecierra los ojos automáticamente con su gesto ritual». En especial, la nota refiere que «en la Sexta Avenida hay profusión de meninas que miran con languidez». Para entonces, la figura de Santa Clós era habitual, pues se refiere, en otra nota, que estuvo presente «como todos los años».

Unos dí­as después, otra noticia refirió: «Las vitrinas no tienen el sello caracterí­stico de los dí­as comunes, cuando el comercio se empeña en una ruda lucha de exhibición de mercaderí­as. Hoy (el dí­a 24) se hermanan, en esa lucha, la pericia y el arte, puesto que arte, y mucho, se necesita para la colocación de los juguetes infantiles en torno a la nevada figura del pródigo San Nicolás, para la formación del legendario árbol de Navidad, con sus mil extravagantes chucherí­as». Además de estos detalles, el artí­culo añadió: «Pero lo que da a la ciudad un aspecto más sugestivo y atrayente en este dí­a es ese verdor montañoso que advertimos por todos lados. El verde de la hoja de pacaya se confunde con el oro de las manzanillas carnosas, el rojo de los pies de gallo se une al lila desvaí­do de las flores de pascua, la púrpura de las flores de ’ponderación’ y el verde tierno de las hojas de palma, anchas y rizadas como abanicos chinos». Al mismo tiempo, el comentarista de la época Erasmo Rí­os, describió los tamales de Noche Buena, cohetillos y música de marimba, así­ como buñuelos, bananas gordas con miel y pitos y chinchines para la misa de gallo.

En pleno siglo XXI, las cosas no han cambiado mucho, puesto que siguen vigentes los mismos sí­mbolos: Santa Clós, el árbol de Navidad, los juguetes y las comidas tradicionales a las que hizo referencia Rí­os, así­ como la alegrí­a de las vitrinas.

El origen de las vitrinas

La palabra vitrina es de origen francés y se popularizó en Guatemala a finales del siglo XIX. Durante el gobierno de José Marí­a Reyna Barrios (1892-1898), gran parte de las costumbres francesas fueron admiradas y emuladas por la sociedad capitalina. Baste mencionar el impacto urbano que se produjo con la creación del Bulevar 30 de Junio (hoy Avenida de la Reforma), 15 de Septiembre (hoy 7ª. Avenida zona 4) y 4 de Julio (hoy Sexta Avenida zona 4), lo mismo que la introducción de las modas francesas en el atuendo y las artes. Al parecer, la primera vitrina se colocó en uno de los almacenes que ofrecí­an productos en el Portal del Comercio.

Sin embargo, las vitrinas eran más antiguas. Fueron creadas en España, a principios del siglo XVII, como muebles con vidrios para exhibir reliquias religiosas, con el nombre de escaparates. En el siglo XVIII algunos retablos contaban con vidrieras para la protección de las imágenes religiosas, como el retablo de San José que se encuentra en el templo de Santa Rosa de la capital y que, originalmente, se encontraba en la Catedral de Santiago, hoy La Antigua Guatemala. Estos aditamentos eran conocidos como fanales. En Francia, los escaparates adquirieron su tinte comercial y el nombre de vitrinas. De ahí­ pasaron a Guatemala como piezas de exhibición para mercancí­as.

Aún en 1926 se encontraban vitrinas «antiguas», que consistí­an en muebles con vidrios que se colocaban frente a las puertas de los almacenes con las mercancí­as y que debí­an ser retirados para cerrar las puertas de dos hojas que daban hacia la calle. Todaví­a pueden verse algunos escaparates de este tipo en poblaciones como Comalapa, Sacapulas y Esquipulas, además de tiendas antiguas en barrios capitalinos.

A pesar del impulso original que tuvieron las vitrinas a finales del siglo XIX, hubo que esperar a que las modas estadounidenses se expandieran por Guatemala. La primera gran influencia se produjo durante la formación de la United Fruit Company y la construcción del Ferrocarril del Norte, desde 1899. Por otra parte, una de las innovaciones tecnológicas más importantes para las vitrinas se produjo con la invención de la iluminación eléctrica, que en Guatemala se estableció en 1894. Aún cuando las condiciones estaban dadas, en 1916, durante la Gran Guerra, aún no se anunciaban muchos productos para las ventas navideñas ni hay evidencia de vitrinas decoradas en las calles de la ciudad. Solamente aparecen reportados en los diarios de la época las fiestas de Noche Buena y Año Nuevo, que se ofrecí­an en las principales residencias y salones de reunión de las élites y los anuncios de artí­culos para regalo en almacenes como Rosenberg y el Palacio de los Muebles, en la Sexta Avenida, pero sin la decoración que se volvió caracterí­stica unos años después. En ese año, sin embargo, aparece documentada la existencia de vitrinas decoradas en ciudades como Nueva York, de donde se expandió, probablemente, la costumbre a Guatemala.

Por supuesto, en 1916 no podí­an faltar los tamales navideños: «Para Noche Buena se preparan en El Sauce varias diversiones amenizadas con muy buenos tocadores de marimba. Se servirán exquisitos tamales y otros comestibles». Lo que ya era una tradición era la decoración vegetal: «Casi todas las cantinas (hoy cafeterí­as) y restaurantes de la capital presentan alegre aspecto, con sus adornos de hojas de pacaya, pie de gallo y frutas de la estación, con que por este tiempo acostumbran adornar esos locales. El restaurante El Gambrinus, que siempre se ha distinguido por su buen gusto en esa clase de adornos, es sin duda el que está mejor decorado en esta ocasión».

Entre las primeras referencias que se tienen de las vitrinas decoradas se encuentra una nota de 1920, que indica que el Almacén Juan Pierri, situado en la 9ª Avenida, ya contaba con «vitrinas», probablemente los muebles a que se ha hecho mención. Otros almacenes, como Rosenberg y El Candado Rojo (frente al Pasaje Aycinena) también exhibí­an sus productos en vitrinas. Entre los negocios situados en la Sexta Avenida, se encontraban el Trocadero, de telas, que probablemente ya contaba con vitrinas construidas para el efecto en la parte frontal del local; el Versalles, en el Portal del Comercio, y el J. J. Stadeler, en la 7ª Avenida y 10ª calle esquina. Entre de los artí­culos que se ofrecí­an a la venta, destacaban los adornos para árboles de Navidad, que expendí­a el almacén de Rittscher y Cí­a.

Ya en ese año, se anunciaron los juguetes, «como de costumbre», en el almacén La Fama, de Máximo Hesse; paisajes para nacimiento y tarjetas navideñas procedentes de Nápoles, en el comercio Iriarte. En especial, llama la atención la venta de luces eléctricas para decoración de árboles navideños en el Edificio Coloma Central.

La afición por las vitrinas se incrementó notablemente a partir de 1920. Como se ha citado, para 1926 eran motivo de artí­culos periodí­sticos y, posteriormente, se convirtió en uno de los acontecimientos anuales. A finales de ese decenio, la Sexta Avenida, que se habí­a convertido en la calle más importante de la ciudad, era el lugar de exhibición de mercancí­as en elegantes vitrinas decoradas para la estación, iluminadas con luces eléctricas y, por supuesto, con los sí­mbolos navideños de Santa Clós y el árbol de Navidad. Con el paso del tiempo, la Municipalidad organizó concursos para premiar a las vitrinas mejor decoradas. En 1957 y 1958 aún se realizaban los concursos. Para entonces, otro almacén se habí­a convertido en el sí­mbolo de la Sexta Avenida y de la capacidad económica de sus visitantes, era La Paqueterí­a, de Engel y Heinemann. Como comenta el artista Enrique Anleu Dí­az: «pasar por La Paqueterí­a y ver las vitrinas era uno de los paseos de la época. Yo las recuerdo cuando tení­a como seis años».

La animación de las vitrinas llegó hacia 1920, se convirtió en tradición y permanece vigente en las actividades de fin de año en Guatemala. Lo importante de una vitrina es su animación, ya en 1926 contaban con figuras autómatas para la decoración y luces de colores, por lo que cada año los decoradores se esmeran por deslumbrar al público e invitar a la compra. Sin importar el consumo, la alegrí­a que brindan las vitrinas se expande a todos los transeúntes que disfrutan de este invento comercial que anima corazones en la época final del año.