Familias esperan el rescate


Lo llaman el campamento «Esperanza», y allí­ las familias de los 33 mineros atrapados a unos 700 metros de profundidad desde hace 18 dí­as, pasaron esta madrugada su primera jornada con la tranquilidad de que sus seres queridos están con vida.


Fue en este campamento donde recibieron con alegrí­a las pruebas de supervivencia de sus seres queridos el domingo y será allí­ donde deberán permanecer los meses (unos cuatro) que duren las operaciones de rescate.

El nombre del campamento nació de los propios familiares, quienes mantení­an viva la esperanza de encontrar con vida a los mineros atrapados.

«Ha sido un dí­a de muchas emociones. Yo estaba segura de que estaban vivos», dijo Marí­a Segovia, hermana de Darí­o Segovia, de 48 años, uno de los mineros atrapado en la mina San José, 800 km al norte de Santiago.

«El compromiso como familias es que vamos a turnar, pero estar acá hasta que salga el último hombre de la mina», afirmó Marí­a.

Su sobrino, Darí­o Segovia, hijo del minero atrapado, dice que «tenemos harta esperanza, harta fuerza hasta que salga el último operario» del fondo del yacimiento.

Tras 17 dí­as de llanto y malas noticias, el domingo toda la euforia estalló.

Y para celebrar, en torno a varias parrillas se asaron presas de pollo y chorizos, y unas 300 personas compartieron alimentos y celebraron. No importó que junto con la madrugada cayera la camanchaca- como se conoce a la densa neblina que cubre el desierto- y reinara el frí­o en contraste con el calor sofocante del dí­a.

Al ritmo de un conjunto musical que tocaba sobre un escenario montado en una camioneta, familiares, rescatistas y autoridades cantaban en coro. Poco después, un cómico chileno animó parte de la jornada.

Durante un rato el ministro de Minerí­a, Laurence Golborne, recorrió carpas de las familias y compartió bebidas, café y alimentos.

Desde el dí­a del accidente, el 5 de agosto, los familiares de los mineros están allí­, en el lugar, pero al principio pasaron las noches de forma precaria.

«Este campamento empezó primero con sillas, dormí­amos sentados, luego la municipalidad envió toldos y todo se fue armando aquí­. Ahora hemos formado una sola familia», comenta Marí­a Segovia. Luego, nació el nombre de «Esperanza».

Distintos municipios aledaños han implementado el campamento y enviado a su personal a trabajar en el lugar. Unos pusieron toldos y llevan los alimentos, otros cocinan, otros velan por el orden y la limpieza e incluso se encargan del cuidado de los niños.

Por ejemplo, el municipio de Tierra Amarilla instaló dos zonas de niños, donde sus funcionarios entretienen a los menores llevados por sus padres.

«Este lunes tendremos porotos (frijoles) así­ que ya estamos avanzando con el remojo y la preparación», explica Jessica Sierra, del municipio de Vallenar, mientras corta trozos de zapallo.

La acompaña Fernando Dí­az, a cargo de la cocina. «A diario repartimos unas 300 raciones de almuerzo, aunque los fines de semana ésta aumenta», dijo. Al lado de la cocina hay un almacén con aceite, arroz, azúcar y legumbres para al menos una semana más.

También hay baños quí­micos y una empresa de telefoní­a instaló una antena para facilitar la cobertura de celulares.

Las carpas de las familias, ubicadas en una zona exclusiva, están debidamente numeradas. Además tienen apoyo de orientadores sociales, psicólogos y hay personal de la Cruz Roja.

En el lugar flamean además 32 banderas chilenas, una por cada minero atrapado, y una boliviana, por Carlos Mamani, el minero atrapado de esa nacionalidad.

Las familias planean quedarse en «Esperanza» hasta tener contacto fí­sico con sus seres queridos.

«La familia piensa quedarse aquí­ hasta el final, hasta que los saquen y podamos irnos con ellos al hospital o a donde sea necesario», dijo Carolina, sobrina de Mario Gómez, minero que el domingo le hizo llegar a su esposa una carta amarrada en la sonda que los contactó en las profundidades de la tierra.