“Un hombre de Estado debe tener el corazón en la cabeza.” Napoleón
Desde que el ser humano se integró en grupos se hizo necesario que una persona o conjunto, se hiciera cargo de orientar y organizar, conforme la “civilización” fue evolucionando, se fue asimismo, haciendo necesario crear variedad de formas, para decidir quién o quiénes dirigirían a los sociedades que conforme crecieron, se convirtieron en ciudades, y posteriormente en naciones.
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Con el Estado “moderno”, dependiendo del país y la estructura sociopolítica, con sus excepciones, el soberano (pueblo) decide quien gobierna, ha de entenderse que gobernar, en el sentido estricto de la palabra, no es otra cosa más que, administrar la hacienda pública (bienes del Estado), representar al país dentro y fuera del mismo, dirigir el Organismo Ejecutivo en nuestro caso, además de representar la unidad nacional.
Bajo la premisa anterior, pareciera que solamente existe el Ejecutivo, pero no es así, la estructura de nuestro Estado, se encuentra dividido en tres poderes, el Ejecutivo, mencionado anteriormente, acompañado en iguales condiciones por el Organismo Legislativo y el Organismo Judicial, cuyas funciones son diferentes, de allí que de acuerdo a la Constitución, sea el Jefe del Ejecutivo el mayor expuesto, y el más sensible de los tres.
Viene a colación lo anterior porque en nuestro país, desde que vivimos en “Democracia” se ha vuelto una costumbre que, se asume que le toca a x o y persona presidir la nación, pero viéndolo a la distancia, desde que se eligió al primer presidente de la era democrática, no han existido debates de altura, en los que se discutan los planes de gobierno, de los diferentes candidatos, lo que hemos observado son cualquier cosa, menos lo que necesitamos saber, y se resume en lo siguiente: Cuál es el compromiso real de los candidatos, cómo lo llevarán a cabo, cuándo pretenden llevar los planes a corto mediano y largo plazo a cabo, y dónde se encuentran sus fortalezas y debilidades.
Esa falta de compromiso, de las diversas instituciones de convocar a verdaderos debates, ha provocado que, si existen verdaderos líderes no los podamos identificar, y por lo tanto se encuentran bajo la sombra de la invisibilidad, o preocupados en ganar unas elecciones, sin demostrarnos su grado de liderazgo para conducir a la nación.
Nuestro subdesarrollo es tal, que quienes aspiran a conducir a la nación, se encuentran dispersos por las diferentes comunidades, ofreciendo el oro y el moro, seduciendo a un pueblo de lo más hambriento de comida, y de otros bienes materiales e inmateriales como salud, educación, justicia, trabajo, vivienda, y demás, que van a los diferentes mítines, aunque no entiendan ni crean nada de lo que escuchan, por las migajas que recibirán, después del mitin, por otro lado, las clases medianamente conscientes, no exigen debates reales, en los que se discuta con respeto y democráticamente, la solución a los diversos problemas que afronta la nación, por lo que como país bananero que somos, hacemos la pantomima con preguntas previamente preparadas, si acaso, se lleva a cabo una función de circo antes de las elecciones, y lo demás se resuelve por medio de un voto ciego, por el aparentemente menos malo, o quien tiene más publicidad como cualquier producto comercial.
Estamos a tiempo, medios de comunicación incluidos, de principiar a trabajar como sociedad las próximas elecciones, exigiendo conocer los planes de gobierno de los diferentes partidos políticos, y conocer el liderazgo de quienes pretenden gobernar, con el objetivo que no se repita la situación que actualmente vivimos: Contradicciones, declaraciones sin fundamento, la inexistencia de un vocero, intromisión clara del Ejecutivo en instituciones autónomas (IGSS, SAT, y demás) Resultado: No existe liderazgo y vivimos en un remedo de democracia.