FALSAS PROMESAS


César Guzmán
cesarguzman@yahoo.com

Un hombre perteneciente a una tribu pagana viajaba por el rí­o en una frágil embarcación cuando fue sorprendido por una violenta tempestad. Invoco a su dios, prometiéndole una ofrenda de diez toros si le sacaba con vida de aquél peligroso trance.

Cuando la tormenta se calmó, ya sin el ruido de los truenos y sin el temor de los relámpagos, le pareció que diez toros eran mucho y decidió ofrendar diez cabras.

Al desembarcar sin novedad y ya fuera de todo peligro, pensó que era mejor dar diez pollos gordos en lugar de las cabras.

Al llegar a su casa y ver los hermosos pollos, pensó que su dios era comprensivo y que bien se podrí­a contentar con diez sabrosas nueces, pues esa era la ofrenda que los pobres solí­an dar.

Pero sucedió que camino al templo tuvo hambre y se comió las nueces; y al ver las cáscaras vací­as pensó que valí­an muy poca cosa para darlas como ofrenda y decidió mejor regresar a su casa.

¿Son así­ nuestras promesas? ¿Cuántos de nosotros a veces planeamos grandes cambios en nuestra vida o talvez lleguemos hasta ofrecer privaciones a cambio de que se nos conceda un favor? ¿Y cuántas veces pasada la dificultad que nos aflige o habiendo obtenido lo que deseábamos ni siquiera recordamos que hicimos una promesa?

Ofrecer no cuesta nada. Cumplir lo

prometido es lo difí­cil.