Con franca y dolida consternación escribo esta nota el mismo sábado anterior, luego de conocer el alevoso crimen de Facundo Cabral en este país, en donde la violencia no cesa y no termina su sed insaciable de sangre y muerte, hoy ensañándose contra un hombre de altura continental por no decir universal.
A la consternación y el dolor se une la vergí¼enza que causa el hecho que acá en nuestro país se asesina hasta los juglares que cantan a la vida, al amor, a un cantante que no sólo nos invitaba a reflexionar sobre diferentes momentos de nuestra existencia, aquél que nos solazaba con sus anécdotas, sus charadas y sus chistes, que en mi caso personal, todavía cuento en diferentes ambientes sociales y familiares.
Sin duda que Facundo Cabral no merecía morir así, asesinado alevosamente, no, pero esta paradoja para su trayectoria, su pensamiento, su música y sus inolvidables letras, lo hace mayormente insustituible, incomparable e inmortal. Seguramente, aquellos que nos deleitamos con varios de sus conciertos, a los cuales asistí todo el tiempo, pero me arrepiento de no haber podido ir al último, este martes 5 de julio, no podremos olvidar sus posturas cuestionadoras, sus chistes sarcásticos y no por ello llenos de humor y mucho menos podremos olvidar y cantar tonadas como: “No soy de aquí, ni soy de allá, no tengo edad, ni porvenir, ni ser feliz es mi color de identidadâ€, seguramente cuando la cantemos, no podremos dejar de expresar nuestra tristeza por su partida, ni podremos mostrar nuestro coraje, por la forma en que lo mataron; ni dejar de manifestar nuestra vergí¼enza porque haya sido en este doloroso país.
Facundo Cabral, este argentino especial, que siempre aparecía en sus conciertos con sus jeans desteñidos, su chumpa de lona y su guitarra al hombro, nos envolvió durante décadas en los pensamientos más profundos que se incluían en las letras de sus canciones, las cuales cantaba con ese vozarrón grave que le caracterizaba, las cuales mezclaba con sus fabulosos chistes y anécdotas. No olvido una vez, en el Teatro Nacional, empezó a cantar “Pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yoâ€, se detuvo de pronto y dijo, “yo estoy seguro que dentro del público hay muchos hombres empresarios, por favor canten conmigo esta canción…†y de nuevo continuó con la canción, a la cual efectivamente se sumaron más voces y dice en el discurrir de la pieza: “…se siente la fuerza del empresariadoâ€, que produjo una enorme carcajada de la concurrencia.
No olvido a Facundo cuando en “Cortesías y Cabralidadesâ€, junto con Alberto Cortés, otro señorón de la música reflexiva y de la vida, empezó Facundo a cantar la inolvidable y de mis favoritas de él Distancia: “Tiempo, campos y caminos distancia, qué cantidad de recuerdosâ€, se detuvo y dijo; “esta canción me encanta, yo la debería haber hecho, pero me la plagiaronâ€, a lo cual Alberto Cortés contestó: “seguramente te la plagié cuando la tenías en la mente†y nuevas carcajadas del público.
Cómo decirle adiós a un grande como Facundo, cómo despedirse de una persona que invocaba a la vida, al amor, a la lucha diaria, al buen humor y que hoy nos deja de esa manera tan cruel y condenable, talvez solo tararear “cuando un amigo se va, deja un espacio vacío, que no lo puede llenar la llegada de otro amigoâ€, o bien para ser consistente con sus propias letras volver a repetir con él y cantar a todo pulmón : “este es un nuevo día, para empezar de nuevo… para reír, para cantar, para volver a ser felizâ€, no cabe duda que Facundo Cabral tenía razón cuando decía “No soy de aquí, ni soy de alláâ€, porque tenía el don de la ubicuidad, la inmortalidad y hoy se ganó la eternidad.