Expresión tercermundista


Editorial_LH

Cuando los viajeros guatemaltecos principien a viajar con pasaportes vencidos que se revalidan con una calcomanía colocada sobre las páginas del documento, al llegar a cualquier puesto migratorio en el mundo se dará constancia fehaciente e irrefutable de nuestro patético tercermundismo porque hasta Haití, país con el que nos disputamos en muchos temas la cola de los indicadores de desarrollo, tiene documentos fiables y certeros para documentar a sus ciudadanos cuando viajan.


Poco es lo que percibe el turista cuando entra a Guatemala y se topa con una Terminal Aérea donde no hay aire acondicionado y se concentran el calor y los olores humanos porque nuestras autoridades no tuvieron la capacidad de dar mantenimiento al sistema instalado cuando se construyó ese gigantesco monumento a la corrupción. Aquellos viejos pasaportes cosidos a mano que fueron durante años el sello característico de los guatemaltecos y que tantas burlas provocaron entre agentes migratorios de otros países, quedan como babucha en comparación con lo que ahora, en este siglo XXI, pensarán cuando les pasen un documento vencido pero “habilitado” por la obra y gracia de un adefesio colocado sobre las páginas del pasaporte.
 
 Si el Presidente sintiera un mínimo de vergüenza por la imagen que se proyecta del país ya hubiera puesto remedio a algunas de esas fantochadas que se dan en su administración. Pero especialmente debió destituir sin tardanza ni dilación al funcionario responsable de la imprevisión que hizo que se agotaran las libretas para expedir pasaportes a los guatemaltecos. Se estima que alrededor de 30,000 personas tramitan pasaporte cada mes, sea primer documento o renovación del vencido, pero estos últimos no podrán obtener la reposición pertinente porque al brillante director se le ocurrió que el problema se solventa con una calcomanía pegada al pasaporte.
 
 El fondo de todo vuelve a ser el tema de la corrupción, porque es lo determinante, lo decisivo, en la gestión pública y las cosas ocurren o dejan de ocurrir simplemente porque lo que está en juego no es el interés nacional, sino el interés de los funcionarios y el de los proveedores o contratistas con los que hay pacto.
 
 Se ofenden cuando afirmamos que el nuestro es ya un Estado Fallido, pero qué se puede decir de un país cuyo Estado no puede ofrecer seguridad, no garantiza la justicia, no impulsa desarrollo, no administra la cosa pública y, de ajuste, ni siquiera puede documentar a sus ciudadanos en forma confiable porque antes que el orgullo y el decoro del país está la mordida, el soborno sobre el que no hay acuerdo y en consecuencia todo queda en el aire hasta que se pacte el precio exacto.

Minutero:
A la gente de Migración 
le importa la corrupción; 
les importa un pepino 
el país y su destino