Propietario de la mayor empresa constructora de Centroamérica, Elvin Santos, candidato a la Presidencia de Honduras por el Partido Liberal (PL, derecha), es el ejemplo del joven que convierte en oro todo lo que toca.
Sin apenas bagaje político, Santos inició su carrera política en 2004, cuando el entonces precandidato a la Presidencia de Honduras, Manuel Zelaya, lo invitó a ser compañero de fórmula en las elecciones primarias de 2005 con el PL.
Cuatro años más tarde, a los 47, aspira a la Presidencia después de haber sido elegido candidato, contra todo pronóstico, en las primarias del PL en noviembre del pasado año, tras dejar en el camino a otro peso pesado del partido: Roberto Micheletti, el actual jefe del gobierno de facto, que entonces contó con el apoyo de Zelaya.
«Frente a un dinosaurio como Micheletti, Santos es un príncipe», dice un conocido político, que pidió el anonimato.
Poco después, renunció al cargo de vicepresidente, como exige la ley electoral, para preparar su candidatura a la máxima magistratura de la nación.
Y es que Santos, un ingeniero civil formado en Estados Unidos y dueño con su padre de la mayor empresa de construcción de Centroamérica, Santos y Asociados, es la nueva imagen de la política hondureña.
No obstante, aunque muchos creen en el milagro, la división del partido tras la destitución de Zelaya el 28 de junio, y el descontento de muchos militantes, que aunque no necesariamente apoyen a Zelaya no están de acuerdo cómo se le sacó del poder, pueden pasarle factura.
A su eventual derrota también contribuirán los miles de funcionarios de las filas de Zelaya que echó Micheletti al ocupar el sillón presidencial.
Su principal rival en estos polémicos comicios, que no serán reconocidos por buena parte de la comunidad internacional por el golpe, es el candidato del Partido Nacional (PN, derecha) Porfirio Lobo, uno viejo zorro de la política hondureña de origen rural, como Zelaya.
«Si las elecciones fueran dentro de dos meses, seguro que ganaría», dice el político citado.
Además de su currículum, la juventud y simpatía de este adinerado capitalino fueron determinantes a la hora de elegirlo para reformar la imagen del partido, plagado de políticos tradicionales con marcado origen rural.
Contrario al populismo, defensor a ultranza del libre mercado y de la libre empresa, tiene un concepto muy moderno del Estado, lo que rápidamente le hizo distanciarse de Zelaya y de sus allegados, conocidos como «los patricios», y no sólo ideológicamente: trasladó su oficina de Casa Presidencial a su casa.
Guerrero y luchador de fuerte carácter, perfeccionista e intolerante con la negligencia y el descuido, forjó buenas amistades a su paso por la Escuela Americana de Tegucigalpa durante la secundaria y que hoy ocupan, como él, puestos claves en la economía y la política hondureñas y que sin duda están llamados a reformar este país, entre los más pobres del continente con una pésima distribución de la riqueza.
Partiendo de muy lejos, la estrategia de campaña le ha dado, no obstante, buenos réditos. La fórmula: esposa joven y bella, una buena campaña publicitaria a base de mucho dinero y vincular a su opositor Lobo con Chávez y Zelaya, dos personajes que cotizan a la baja en la política hondureña.