No es lo mismo que el Jefe de Estado de una pequeña nación, aunque sea Guatemala, exprese su opinión respecto a un asunto de interés internacional, que el mismo tema sea abordado por un desconocido periodista. Me explico. Sin el menor ánimo de ser jactancioso, desde hace alrededor de tres años vengo insistiendo en que, de acuerdo con la inmaculada ley del mercado, el mayor consumo demanda más producción, incluso en lo que atañe al narcotráfico, especialmente en lo que respecta al trasiego de drogas desde Colombia y otros países del área septentrional sudamericana hasta Estados Unidos, la nación de mayor consumo de drogas.
Usted puede confirmar en cualquier noticiario norteamericano o mediante despachos de agencias de noticias, que celebridades del espectáculo, el deporte, la economía, la política y de la cultura de aquella potencia son arrestadas, consignadas a tribunales de justicia, internadas en clínicas de rehabilitación… y liberadas, para que se repitan los constantes círculos de la decadencia del imperio que agoniza bajo los efectos de mariguana, cocaína, crack y otras sustancias más que se ha convertido en uno de los negocios más florecientes del mercado estadounidense.
Ante el ingreso ilegal a territorio norteamericano de drogas que se producen y envían desde el norte de América del Sur y que se transportan por variados medios en los países centroamericanos y de México, desde hace décadas los gobiernos de EE.UU. muestran su indignación ante la debilidad de las repúblicas bananeras que son incapaces de impedir la actividad del narcotráfico, no obstante que Washington se desprende generosamente de 300 millones de dólares anuales, para financiar el combate a los narcotraficantes en seis paisitos de la región, lo que les corresponde 50 millones de dólares a cada uno, y para ajuste de penas muchos de los funcionarios centroamericanos no son un ejemplo de virtud, y de ahí que algo pellizcan de la frondosa ayuda norteamericana, además de las propinas de los malvados que transportan su mercancía rumbo a USA.
Pero los gobiernos de México y el triángulo norte de Centroamérica, en medio de sus estrecheces e inmoralidades, hacen su cachita al combatir al narcotráfico, lo que ha provocado la captura de capos de cárteles de la droga en estas naciones, especialmente en territorio mexicano, que de inmediato son extraditados a Estados Unidos.
Mientras tanto, en esa potencia mundial es difícil que aprehendan al jefe de alguna banda de narcotraficantes, y de ahí que yo compartí la vez pasada el sarcástico concepto de un periodista mexicano al decir que en Estados Unidos la droga se mueve solita, se distribuye solita, solita llega a escuelas, teatros, bares, estudios cinematográficos y televisivos y hasta solita se asoma a legisladores y al Pentágono ¡Asombroso!
(El médico Romualdo Tishudo sale del quirófano, donde operó a un perverso narcotraficante, y le dice a su resignada y vapuleada esposa: –¡Quedó mal! Lo va tener que bañar, llevarlo al inodoro, darle de comer…La mujer se echa a llorar y el galeno repone:– Estaba bromeando, señora, ¡Ya se murió!).