Evidencias abundan


Editorial_LH

Ayer comentamos la situación penosa de nuestro sistema carcelario en donde los reclusos son la autoridad y quienes disponen sobre el funcionamiento de los centros de detención. Ayer mismo, el CIEN publicó un informe en el que detalla la forma en que el crimen organizado, las pandillas y algunos antiguos funcionarios o servidores públicos, se han hecho con el control de los presidios dejando en ridículo el papel que juegan quienes presumen de ser la autoridad y, curiosamente, ayer salió a dar la cara el director del sistema penitenciario para justificar a como diera lugar, las irregularidades existentes.


Honestamente hablando no le queda otra al encargado de las prisiones, porque ni modo que va a contradecir la evidencia abrumadora de que él y sus subalternos están pintados y que quien manda en los centros de detención es el coronel Lima Oliva, quien no tiene empacho en dejar en ridículo a quienes actúan como sus subordinados hasta para justificar los desmanes existentes y que no tienen ya remedio, porque se ha perdido por completo el principio de autoridad.

Dicen las autoridades que lo que existe en las prisiones son liderazgos de algunos reclusos que ellos tienen que respetar, pero no olvidemos que quienes purgan una condena y están privados de libertad se supone que tienen que estar bajo el control permanente de las autoridades. Si nuestro Estado no puede controlar a quienes tiene en prisión, cómo queremos que pueda asegurar y garantizar la paz y la vida a los habitantes honrados de la república si no tienen medios ni voluntad de contener las acciones delincuenciales.

En teoría, pero sólo en teoría, debieran ser las cárceles el sitio donde mayor control puede ejercer el Estado porque quienes las ocupan están privados de su libertad y restringidos en muchos de los derechos que la Constitución garantiza para el resto de los ciudadanos. Al no poder con los reclusos, se demuestra la más crasa y absoluta incapacidad que tienen nuestras instituciones para el cumplimiento de sus fines. Y sobre todo cuando resulta que es desde las mismas cárceles desde donde se realizan extorsiones y donde pandilleros y miembros del crimen organizado se dan el lujo de dirigir operaciones de sus cómplices que están en la calle.

Lejos de ser centros de rehabilitación y reinserción social, las prisiones se han convertido en reductos para protección de los que dirigen la actividad criminal y el Estado simplemente no puede hacer absolutamente nada para controlar la situación por la sencilla razón de que la situación está fuera de su alcance y no tocan ningún pito en el tema.

Minutero:
Si los presos nos dominan
y a sus jefes subordinan,
lo fallido del Estado
es un asunto probado