Si la modernización de la Política Agrícola Común (PAC) decidida la semana pasada por Europa recorta levemente los subsidios a la producción, lo cierto es que posterga una verdadera reforma presupuestaria hasta 2013 y ordena las cuentas de cara a nuevas negociaciones en la OMC.
Fuera y dentro de la Unión Europea (UE), las críticas a los tibios cambios adoptados tras las maratónicas negociaciones en Bruselas no tardaron en escucharse: mientras Brasil habló de «un buen comienzo, pero insuficiente», el Reino Unido se refirió directamente a una «ocasión perdida» de introducir rápidas reformas.
En un contexto de crisis mundial y recesión, con gran inestabilidad en los precios de las materias primas y bajo una presidencia francesa de la UE que preconiza un status quo, no es una sorpresa que los ministros de Agricultura de los 27 hayan desmantelado la propuesta inicial de la Comisión Europea.
Así, los recortes en los subsidios a la producción que planeaba la comisaria de Agricultura, la danesa Mariann Fischer Boel, y que ya habían sido moderados tras negociaciones previas a la propia presentación de su iniciativa, quedaron establecidos en 5% para los agricultores que perciben más 5 mil euros y 9% para los terratenientes que reciben más 300 mil euros anuales, aunque esto recién a partir de 2012.
Para tener una idea, Fischer Boel había planteado en mayo recortes del 8 y el 17% respectivamente, tras fracasar en un intento por crear un escalonamiento más racional de las ayudas (una franja de hasta 100 mil euros, otra de hasta 300 mil y una tercera de más de ese monto).
«En los momentos actuales, todo el mundo es muy reticente a tocar sistemas que están funcionando bien», indicó una fuente diplomática europea, al reflejar la posición mayoritaria entre los países europeos en medio de las trasnochadas discusiones de los ministros.
El acuerdo «consolida las ayudas directas a los agricultores» e incluye mecanismos que dan legitimidad ante futuras negociaciones en la OMC, consolidando las ayudas directas a los agricultores», explicó de su lado la ministra española de Agricultura, Elena Espinosa.
Primera conclusión: la PAC sigue disponiendo de los mismo fondos (cerca del 45% del presupuesto total de la UE, es decir unos 43 mil millones de euros anuales) previstos hasta 2013.
Lo que ha cambiado esencialmente con esta «modernización» es su organización interna para favorecer proyectos medioambientales y de desarrollo rural, lo que permitirá seguir utilizando los fondos para apoyar al sector de una forma más inteligente y reducir el margen de maniobra de sus socios-rivales de la OMC.
Segunda conclusión: la intención de equilibrar el reparto de las ayudas y que los terratenientes dejen de percibir sus millonarios subdisios fue suavizada de tal modo que todos, «pequeños» y grandes productores, terminan cediendo en partes casi iguales.
Este reparto inadecuado de las ayudas directas de la PAC fue denunciado en numerosas ocasiones.
Un estudio de la organización humanitaria británica Oxfam había indicado que mientras el 70% de pequeños agricultores recibe 17% de las subvenciones entregadas a Francia, el 60% de ellas va a manos del 15% de las más empresas agrícolas francesas más prósperas.
A nivel general de la UE, de los 32 mil millones de euros de ayudas directas en 2005, el 14% fue percibido por 23.500 terratenientes, una cifra ínfima teniendo en cuenta que unas 12 millones de personas trabajan en el campo, según la Comisión Europea.
En efecto, la agricultura brinda trabajo al 5,9% de los europeos, de acuerdo con esas estadísticas de Bruselas, aunque de los cinco grandes de la UE ninguno supera el 5% (Reino Unido 1,4%, Italia 4,3%, Francia 3,9%, Alemania 2,3% y España 4,8%).