Ayer el Gobierno envió su iniciativa para la aprobación de los bonos, luego de haber cambiado a su operador político en el Congreso al designar como jefe de bancada al diputado Arístides Crespo, quien ahora tiene el encargo de conseguir los votos para asegurar el pago de la inmoral deuda flotante.
Con el envío del proyecto de ley, en medio de la cacareada oposición de prácticamente todos los bloques, al punto de que en este momento sería imposible aprobarlo, debemos dar por sentado que empieza la etapa del regateo y la negociación para comprar los votos que hagan falta a fin de asegurar la mayoría necesaria para convertir en ley el endeudamiento adicional avalado de manera irresponsable por la Junta Monetaria a sabiendas de que hay otros préstamos, cuya aprobación también se pide ahora, lo que incrementará los niveles de endeudamiento en forma peligrosa para la estabilidad macroeconómica del país.
Decimos lo anterior porque es sabido que en el Congreso de la República los votos se compran y se venden. El mismo Presidente de la República admitió ya que el Legislativo es un mercado cuando formuló serias críticas a ese organismo donde, según él, sus ministros sólo llegan a perder el tiempo en medio de una ola de chantajes. El regateo no es nuevo, al punto de que fue la razón principal que llevó a Serrano Elías a disponer la disolución del Congreso en el golpe de Estado que propinó, y la depuración no contuvo la práctica que cada vez es más descarada.
Las argumentaciones de los diputados en contra de ciertas iniciativas son argumentos para encarecer su voto y sabiendo que hay tres mil millones de quetzales de los contribuyentes para hacerlos chinche pagando una deuda ilegal, el precio irá subiendo en forma proporcional y por ello es que ahora se observa una mayoría abrumadora de adversarios de los bonos, pero ya iremos viendo, conforme pasa el tiempo, cómo se diluye esa fuerza si es que el Gobierno decide compartir el botín no sólo con los contratistas, sino también con los diputados que son pieza clave en la jugada porque de su voto depende, al final de cuentas, que se pueda echar mano de esa millonada.
El nivel de endeudamiento, la disciplina fiscal, la ilegalidad de la deuda, la mala calidad de muchas obras y consideraciones de ese tipo son irrelevantes para el flamante poder legislativo. Importa, y mucho, cuánto se está dispuesto a compartir de esos tres mil millones, porque del monto de la salpicada es que, al final de cuentas, depende la decisión.
Minutero:
Ahora sí que hay debate
en el seno del Congreso
pues importa mucho el peso
del dinero del regate