Sin embargo, la estrategia es dinamismo y flexibilidad por excelencia, a la vez que dialéctica de fuerzas, voluntades e intereses. De tal manera, admite interpretaciones y comparaciones, especialmente cuando se trata de concepciones tan amplias e integrales como las que implica la estrategia contemporánea y en concreto el concepto de estrategia total. En tal sentido, cuando conceptos estratégicos son tan amplios como el caso que nos ocupa y abarcan prácticamente todo el espectro del Estado, su contextualización se hace difícil y se corre el riesgo de confundir a la estrategia en sí, con la filosofía, la política u otras ciencias o disciplinas.
De hecho todo el mundo habla hoy de estrategia, aunque no está claro a que se refieren en realidad. De hecho la estrategia se ha transformado en un concepto aparentemente ambiguo en su integralidad, aunque engañosamente concreto en su especificidad, dependiendo del contexto de la disciplina que lo utiliza.
Tal es el riesgo que han asumido, en diferentes épocas, quienes han realizado un análisis de contenido de pensadores estratégicos tan disímiles como Sun Tzu, Clusewitz, Mao Zedong o Lidell Hart, por ejemplo, quienes partiendo desde la especificidad de diferentes disciplinas, ciencias o criterios, han enriquecido el diálogo estratégico con sus interpretaciones y postulados.
La estrategia es dinamismo y ahí reside precisamente su mayor atractivo y el encanto que a todos seduce. Kissinger, Aron, White, Norberto Bobbio y Humberto Eco, entre otros muchos pensadores contemporáneos, procediendo de diferentes carreras, especialidades y ciencias y disciplinas, abordaron con imaginación y espíritu crítico la problemática de la lógica y la dinámica de la estrategia, y sus obras son prueba tangible de ello.
Mi conclusión: la estrategia total a la cual aspiran los Estados en la actualidad, es tanto un instrumento como un fin a conseguir. En su primer rol, su función es conseguir determinados objetivos. Si para la consecución de estos se requiere del uso de la fuerza, la fuerza será usada. No es el fin de la política, ni regla de la estrategia, evitar el uso de la fuerza, ni tampoco el usarla, el fin es conseguir el objetivo político.
Es necesario sentar la necesidad de diseñar nuestro planteamiento político-estratégico, nuestros objetivos nacionales, teniendo conciencia de los intereses reales que hay tras de los objetivos políticos de los sujetos que actúan a nivel internacional y tomando en cuenta que las potencias y los poderes que las sustentan están empeñadas en lograr una Estrategia Total. Es necesario estar atentos de cómo se utiliza y se ve afectado el Estado por los intereses ajenos y cómo se afecta a los intereses de los distintos sectores sociales.
Es necesario entender que no se puede enfrentar a los grandes poderes que actúan en la arena internacional desde una posición de debilidad o aquiescencia irreflexiva. Hoy día, ningún país, ni los más grandes, se pueden volver poderosos por sus propios medios, ni con cualquier objetivo político.