Estereotipo de la belleza aniquilado por bella voz


¿Se acuerda usted del asombro que causó Susan Boyle el 4 de abril de este año cuando saltó a la fama por su aparición en el popular show Britain»s Got Talent, de Londres?

Eduardo Villatoro
eduardo@villatoro.com

Pues quiero compartirle un hermoso mensaje acerca de esta escocesa desempleada, soltera de 47 años, quien reveló que nunca fue besada y que muchas veces la consideraron atrasada o retardada. Cuidó de su madre anciana en la villa de Blackburn en el momento que subió al palco para probar su suerte, esta simpática señora, con su gesto tí­mido arrancó de la platea risitas y signos de desdén y descrédito.

Desprovista de cualquier señal de belleza, enfrentó la vergí¼enza y el desprecio y comenzó a cantar. El teatro se vino abajo. El desempeño vocal de Susan fue tan grande que la platea llegó al delirio. El público aplaudió de pie. Al dí­a siguiente YouTube se encargó de desparramar la noticia del nuevo talento descubierto, escondido detrás de un rostro simple y bonachón. En pocas semanas hubo más de 100 millones de accesos al video de Susan Boyle en YouTube. Se convirtió en una celebridad.

En mayo volvió al programa para cantar «Memory», del musical Cats. Nuevamente la platea vibró con su extraordinaria potencia vocal. ¿Por qué esa historia llamó tanto la atención? Simplemente por el hecho que los seres humanos juzgamos los rótulos antes de conocer los contenidos. Somos así­: juzgamos a nuestros semejantes sin piedad. ¿Por qué alguien considerada «fea» no podí­a cantar bien? Las personas prejuzgan a los demás por su apariencia. Algo bonito tiene más posibilidades de ser aceptado que algo feo.

Somos capaces de juzgar a nuestros semejantes por la apariencia, sin conocer lo que nos pueden ofrecer. Fuimos capaces de reí­r y menospreciar tamaño talento por nuestros patrones de belleza. Nuestra propia miseria humana nos conduce a ello.

Las mujeres famosas de esta época son bellas, porque son delgadas, casi esqueléticas, con ropas ajustadas, sensuales y provocativas. Pero nuestra sociedad se reivindicó con Susan Boyle. La «Fiona» de la música internacional conquistó millones de corazones y arrancó lágrimas a los más insensibles, siendo ella misma, no corriendo atrás de estereotipos, ni patrones de belleza artificiales, utilizó su belleza natural (su voz). Esa fue su receta. ¿Será que aprendimos la lección?

¿Cuántas Susan existen por ahí­? ¿Cuántas personas que consideramos ridí­culas esconden riquezas invisibles? Al final de la primera audición, los jurados se disculparon con Susan. Vamos a comenzar a mirar a las personas dentro de los ojos. Sólo así­ las conoceremos verdaderamente y no correremos el riesgo de perder las joyas que la vida nos ofrece. Esta historia nos sirve de ejemplo. Una mujer ignorada dio una vuelta, mostrando su talento de la forma más simple y desintegró los preconceptos generados por nosotros mismos.

Ahora el mundo vuelca sus atenciones para la estrella recién descubierta. ¿Un reconocimiento tardí­o del talento de Susan? Ella está muy feliz. Y nosotros, lo que tení­amos que aprender, es lo que ya aprendimos. A usted le puede gustar o no el estilo de Susan, pero no puede negar que ella dio una lección moral y ética a la humanidad tan mezquina. Debemos considerar la esencia de las personas, la pureza que cada una carga en sí­ misma y no juzgarlas por las apariencias. Vamos a dejar de ser moralmente miserables. Susan representa nuestras fragilidades. Todos tenemos interiormente un poquito de Susan en algún aspecto.

El diario «The guardian» resume en una frase el sentimiento que brotó en los corazones al ver y oí­r a Susan Boyle cantando con su pureza y simplicidad: ¿»Susan Boyle es fea»? ¿O somos nosotros los feos? Los feos somos nosotros; no ella.

(El agente de la PNC Romualdo Tishudo le conmina al Petathe Leyba: -¡Acompáñame! -¿Por qué? pregunta. -Por feo, repone el policí­a. ¡Pero eso no delito!, reclama Leyba. El agente agrega -Pero es que usted abusa).