Lance Armstrong perdió algo más que 11:45 con respecto a Andy Schleck. Se dejó en el camino su sueño, el octavo Tour tras su come back, su regreso en 2009. Lo dijo él nada más cruzar la meta en Morzine-Avoriaz. «El Tour se ha acabado para mí. Todo me está saliendo mal». Sin poner ninguna excusa, campeón hasta el final, Armstrong trazó los planes para las dos semanas que le quedan de carrera. «Ahora voy a disfrutar del Tour si puedo, del equipo, de mi gente». Si las piernas le respetan, claro. «No me voy a quejar. De mi boca ni saldrán reproches».
El americano ya empezó mal el día. Tuvo que levantarse a las siete de la mañana para atender en el hotel a los vampiros de la Unión Ciclista Internacional, que le hicieron un control sanguíneo. Lance lo anunció en Twitter antes de emprender la salida en la Station de Rousses. No tardó ni cinco en caerse (con Evans, también) aunque la que verdaderamente le dolió fue la caída en una rotonda en Mieussy, a 50 kilómetros de la meta. «Tuve que levantarme rápido después de pegarme un golpe muy duro contra el asfalto y a mucha velocidad y, con la ayuda de mis compañeros, coger al pelotón antes de que se empezara a subir La Ramaz, en sólo ocho kilómetros. Cuando llegué el ritmo ya era como el de un tren y no pude seguir. Así fue la carrera. Tuve un mal día. En el Tour he tenido muchos buenos días. Pero el de hoy fue malo», explicó Armstrong.
Ya liberado de cualquier opción de luchar por la general, ni siquiera por una plaza en el podio, más de uno puede pensar que el texano va a marcharse a casa. «No tiene previsto retirarse», se apresuró a decir ayer Johan Bruyneel, manager del RadioShack.
La última europea.
í‰ste no sólo será su último Tour de Francia. Será la última carrera en la que Armstrong participará en Europa. Cuando acabe la ronda se marchará de vacaciones y luego tendrá que disputar algunas carreras en Estados Unidos. Pero dará por cerrada su temporada y, mucho más, su carrera en el viejo continente. Esperará cerrar este ciclo con algún mejor resultado que el de ayer.