Hace 10 años, un trozo de papel que alguien deslizó en su casillero le hizo ver que ella recibía una paga mucho menor que sus homólogos masculinos. Lilly Ledbetter llegó hasta la Corte Suprema de Estados Unidos para corregir la injusticia, pero fue en vano. Hoy busca cambiar la ley.
En 1979, Ledbetter fue contratada como capataz en una fábrica de neumáticos Goodyear en Gadsen (Alabama, sur), cubriendo el servicio nocturno durante casi 20 años. A fuerza de trabajo, «Miss Lilly» aprendió a hacerse respetar por sus subordinados.
Sus colegas capataces en cambio, le hicieron la vida difícil: «Temían que si me desempeñeba bien en el trabajo obtuviera una promoción antes que ellos», explicó.
Y en 1998 encontró ese papel anónimo con su salario -3.727 dólares netos por mes- y el de los otros tres capataces nocturnos, tres hombres a los que se les pagaba entre 4.286 y 5.236 dólares por mes, cuando ninguno tenía más antigí¼edad que ella.
Contactó de inmediato a la comisión federal por la igualdad en el trabajo, que le aconsejó presentar una demanda. Pero tras una jubilación anticipada, una serie de falsas esperanzas y nueve años de procedimientos, no logró nada.
En mayo pasado, la Corte Suprema puso fin a su demanda: la ley fija un plazo de seis meses para atacar a un empleador por discriminación, y la Corte estimó que el plazo comienza a rodar en el momento en que el empleador fija el salario.
Aprobada por una pequeña mayoría, la decisión ilustró el vuelco a la derecha de la Corte Suprema tras la llegada de dos nuevos jueces conservadores nombrados en 2005 por el presidente George W. Bush.
La crítica más virulenta provino de la propia Corte, cuando la discreta Ruth Bader Ginsburg, la única mujer de la Corte, tomó la palabra para explicar que las realidades del mundo laboral impedían a las mujeres descubrir rápidamente que eran peor pagadas que sus colegas.
«Según la Corte Suprema, si una no comprende las cosas enseguida, la empresa puede tratarla como ciudadanos de segunda clase por el resto de su carrera», e incluso más, dado que el monto del salario determina el de la jubilación, «y no es justo», comentó Miss Lilly.
El caso habría podido quedar ahí y Lilly Ledbetter volver a su casa en Alabama para consagrarse a su esposo, que lucha contra un cáncer, y sus nietos.
Pero parlamentarios demócratas se han propuesto modificar la ley. En julio pasado la Cámara de representantes adoptó una «Ley Lilly Ledbetter por un salario justo», y en enero, un proyecto de ley similar fue presentado en el Senado.
A los 69 años, Miss Lilly ya dio su testimonio ante dos comisiones parlamentarias, dio conferencias en el sudeste del país y ha sido invitada a la universidad de Harvard.
Y su combate no concierne solo a las mujeres: en Goodyear, los capataces negros recibían un sueldo aún menor que el de ella.