Creo que no hay un solo miembro de nuestra sociedad que no haya oído la petición de nuestras autoridades para que tengamos paciencia. No importa su posición social, sexo, religión, filiación política, profesión u oficio, que trabaje por su cuenta, en la iniciativa privada o en una dependencia pública. Para todo se nos pide paciencia. Si acudimos a una oficina pública recién creada, como por ejemplo la del RENAP, lo primero que nos piden es paciencia, no importa la razón que impida la atención pronta y eficaz, siempre lo mismo, que tengamos paciencia, aunque tengamos cinco horas de haber hecho un montón de colas, que para esto o para lo otro, porque cuando al fin llegamos a ser los primeros de la fila, se nos pida regresar mañana, porque -¡fíjese que se nos fue el sistema!
Usted que vive en uno de tantos municipios lejanos de la República y tiene necesidad urgente de traer a su pariente a uno de los hospitales públicos, por favor, con tiempo récele una novena a San Judas Tadeo, patrón de los imposibles, para que no se le vaya a ocurrir a uno de los sindicatos hacer paro ese día. Peor le irá si trae en el camioncito algún producto perecedero, Dios no lo quiera le vaya a tocar que en determinado cruce del camino, haya un bloqueo plantado por los campesinos a quienes se les ocurrió pedir a la mayor brevedad que les presten pisto para comprar semilla. Si bien es cierto que usted no debe pagar los elotes que otro se comió también lo es, que nuestras autoridades no menean ni un solo dedo para poner orden, ni aplicar la ley en el metro cuadrado más cercano, mucho menos a 300 kilómetros de distancia.
Si queremos asistir puntuales a una misa de difuntos, tenemos que salir rumbo a la iglesia por lo menos con una hora de anticipación, aún sabiendo que la misma queda a la vuelta de la esquina. Es que no le queda otra, pues de lo contrario llegará media hora después que se haya despedido el duelo. ¿La causa? No importa cuál sea. Bien puede ser que un señor se le antojó privarse de la existencia tirándose de un puente; que a una camioneta se le cayó el tren delantero en medio de la calle o que los narcotraficantes en el paso a desnivel eliminaron a sus competidores disparándoles cuatro ráfagas de unos 50 tiros cada una. Entonces se arma Troya. El Ministerio Público se tarda cuatro horas en llegar y cuando por fin lo hace, dispone cerrar dos manzanas a la redonda. No, no hay visos que se acabe la pedidera de paciencia, porque para los encumbrados funcionarios todo esto, la democracia, la transparencia, como el fin de la corrupción y la impunidad, poco, ¡poquísimo les importa! ¿O me equivoco?