Estados Unidos se negó a modificar su política cubana de casi medio siglo durante los seis meses en los que asumió el poder Raúl Castro, pese a su aislamiento internacional y las voces que se elevan en el Congreso para pedir un diálogo con La Habana, explicaron analistas.
«Todo está congelado a la espera de la muerte de Fidel y de lo que pase después», resumió Mark Falcoff, del instituto conservador AEI, al justificar que Estados Unidos haya mantenido sin cambios su política cubana desde que Raúl Castro asumiera el poder provisionalmente el pasado 31 de julio.
«Estados Unidos está esperando que las iniciativas vengan de la isla. Como allí, este proceso en cámara lenta no favorece una apertura, sino todo lo contrario, hay un estancamiento claro», explicó una fuente diplomática europea versada en temas cubanos, que requirió el anonimato.
Como condición para modificar su política, Estados Unidos no dejó de exigir que se inicie una transición democrática en la isla, donde Fidel Castro delegó el poder provisionalmente a su hermano hace seis meses después de una operación intestinal.
El Gobierno norteamericano incluso rechazó dos llamados al diálogo lanzados públicamente por Raúl, desde que asumió el poder, bajo pretexto de que las autoridades cubanas debían iniciar primero un «diálogo» con su propio pueblo.
Al mismo tiempo, Estados Unidos tampoco logró el apoyo internacional que buscó la secretaria de Estado Condoleezza Rice, después del 31 de julio, para exigir una transición democrática en la isla: sólo Costa Rica y países de Europa del Este como la República Checa unieron sus voces a la de Washington.
«Los estadounidenses se sienten aislados a la hora de buscar manifestaciones de condena contra Cuba, pero están acostumbrados», admitió el diplomático europeo, en alusión a las condenas en la ONU del embargo unilateral aplicado contra la isla desde 1962.
«Además, lo que quieren evitar en cualquier momento es que se produzca en Cuba una situación inmanejable», que pueda causar inestabilidad y un éxodo masivo de refugiados hacia las costas de Florida, añadió la fuente.
El resultado es una política de «esperar y ver» de Estados Unidos que sorprendió a Peter Hakim, presidente del instituto Diálogo Interamericano, radicado en Washington.
«Durante casi 50 años estuvimos hablando en Washington sobre lo que iba a pasar cuando Fidel Castro dejase el poder y ahora que esto ocurrió parece que Estados Unidos no tiene estrategia ni idea de cómo actuar», ironizó.
En el Congreso, sí se manifestaron voluntades de cambio, aunque queda por ver si abarcan la mayoría de los votos.
Una delegación de diez representantes, encabezada por el demócrata Bill Delahunt y el republicano Jeff Flake, viajó en diciembre a La Habana.
«La salida del poder de Fidel está estimulando una nueva evaluación de la política estadounidense», comprobó Ian Vásquez, del instituto neoliberal CATO, al recordar la propuesta de Delahunt al Congreso para levantar la prohibición de los viajes de los cubanoestadounidenses a la isla y celebrar varias audiencias sobre la política cubana de Washington.
De hecho, ambos congresistas advirtieron esta semana que Estados Unidos está perdiendo influencia en La Habana por su rechazo al diálogo. «Estamos más bien al margen mientras una transición está teniendo lugar, cuando deberíamos estar al frente», alertó Flake.
El diálogo «sería bueno para el pueblo cubano y sería algo que motivaría y llevaría al gobierno (cubano) hacia las reformas y no lo alejaría de ellas», añadió.