Estado versus mercado


Ya hace mucho tiempo que el antagonismo entre el Estado y el mercado traen al mundo de cabeza. Es obvio que el mercado está estimulado por el afán de lucro, por lo cual la búsqueda de la ganancia es su motor. Falta mucho tiempo ?quizá una catástrofe? para que el proceso económico productivo esté animado por el afán de servir. Mientras, hay que convivir racionalmente con él. Por su lado, el Estado encuentra su razón de ser en la búsqueda del bien común; más aún, le corresponde garantizar los derechos humanos, lo cual se hace más difí­cil sin la cooperación de todos.

Luis Zurita

Estamos, entonces, ante una contradicción sociológica, o sea, que encuentra su razón de ser en la lógica de los antagonismos sociales generados por la búsqueda de satisfactores para garantizar los intereses particulares versus la búsqueda de satisfactores para garantizar los intereses generales. Es una creación eminentemente humana porque la naturaleza sigue su marcha hacia su devenir evolutivo con los ojos bien cerrados, en tanto lo humano ?que es una apuesta contranatural? avanza hacia su devenir evolutivo con los ojos bien abiertos, es decir, con capacidad para diferenciar el bien del mal.

En el mundo natural se impone el más fuerte o el más apto. Es cierto. Empero, natura es reactiva, inercial, amoral e irracional. Mientras que el mundo humano es analí­tico, pensante, moral y racional. Por ello es que se espera más y no menos del mundo humano.

El mercado es hijo putativo de la competencia. El Estado es hijo putativo de la cooperación. Ambos tienen de bueno y de malo. Extiéndase el mercado hasta las últimas consecuencias y el interés general sufre las consecuencias. Extiéndase el Estado hasta las últimas consecuencias y el interés particular sufre las consecuencias. Sin embargo, ni la competencia ni la cooperación tienen la culpa. La culpable de tanta inestabilidad es la codicia en todas sus formas: de posesión, de fama o de afecto; de autoglorificación narcisista y la ilusión de omnipotencia.

A lo largo de la historia siempre ha habido una lucha de fuerzas; unos, impulsan el desarrollo del ser individual; otros, impulsan el desarrollo del ser social. Ello explica porqué a la altura de los tiempos actuales hay una batalla campal entre el Estado y el mercado. A tal grado se ha agudizado la contradicción que, desde una perspectiva dogmática y extremista, uno y otro se consideran enemigos irreconciliables, siendo esa una causal de desigualdad, de injusticia e, incluso, de guerra. Sin embargo, está claro que el ser individual no puede prescindir del ser social, ni el ser social puede prescindir del ser individual.

Imagí­nese un mundo dominado absolutamente por el Mercado o uno absolutamente dominado por el Estado. Sin duda, cualquiera de ambos mundos serí­a un pandemonium. De lo que sigue que la coexistencia ideal implica la convivencia entre el Estado y el mercado. Estado fuerte, democrático, funcional y con recursos financieros versus mercado fuerte, moderno, eficiente y con responsabilidad. Aun así­, siempre debe prevalecer el bien común como responsabilidad del Estado, que debe encarnar la autoridad del conjunto social.