Ayer el vicepresidente Eduardo Stein, al referirse al incremento de precios en los combustibles resultado de la especulación que mundialmente hay sobre ese producto y sobre la que nada podemos hacer, dijo que recomendaría al nuevo gobierno que piense en medidas de emergencia de tal calibre que pudieran equipararse a un estado de sitio energético. La verdad es que habría que señalar que vivimos un estado de calamidad como consecuencia del impacto que ese aumento desmesurado tiene en la economía nacional y es indudable que éste y el próximo gobierno tienen que unir esfuerzos desde ya para enfrentar el problema que afectará a millones de guatemaltecos.
El simple hecho de que la tarifa del transporte público tenga que incrementarse, sea por la vía del aumento al pasaje o del incremento del subsidio, tiene consecuencias graves para el país y para la población. Los transportistas quieren fijar el valor del transporte en tres quetzales con cincuenta centavos, cifra que nos parece lanzada al aire con el ánimo de negociar, pero el simple hecho de haberla expuesto ya tiene repercusiones porque sabemos que los especuladores no se andan con contemplaciones y a la menor oportunidad empiezan a hacer su agosto y ello ocurrirá inmediatamente en los precios de prácticamente todos los productos de consumo y en los servicios básicos.
El estado de calamidad es mayor en Guatemala que en otros países porque no nos cansamos de repetir que aquí no existen los compensadores sociales ni los mecanismos de defensa del consumidor que hay en otros lugares donde existen regulaciones claras para asegurar que no se abuse de la libertad de mercado. En Guatemala se renunció por completo al derecho a regular o supervisar el comportamiento de la economía y la consecuencia de ello es un pueblo indefenso, sumido ya en la pobreza, que no tendrá suspiro ante las alzas en los precios.
No deja de ser una paradoja que mientras los jefes de Estado del continente y de España se reúnen en Chile para hablar del tema del combate a la pobreza, ocurran mundialmente estos fenómenos que simplemente disparan afectan cabalmente a los más pobres. Ayer Rodríguez Zapatero decía que en el marco de la ONU había que plantear que en este tiempo la única guerra posible era la que había que declarar a la pobreza y la miseria, pero mientras él hablaba, los especuladores seguían subiendo los precios del crudo, lo que aumenta ganancias no sólo de países productores, sino de las empresas que comercian con el producto.
Las medidas de ahorro y las políticas de estado para promover energía de fuentes renovables que no afecten la cadena alimenticia, son prioridades para éste y el próximo gobierno.