¿Está comprometida la democracia?


El Presidente de Estados Unidos sostiene que está exportando la democracia y que la guerra en Irak persigue ese objetivo. Ayer, sin embargo, HBO transmitió una escalofriante documental sobre las máquinas receptoras de votos y la forma en que se puede manipular, sin huella alguna, el resultado de cualquier elección. «Hacking Democracy» es un trabajo impresionante porque se refiere a las máquinas que cuentan el 87% de los votos emitidos en Estados Unidos y relata el empeño de una abuela y escritora que logró demostrar la vulnerabilidad de los sistemas electrónicos para procesar los sufragios.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Contando con la cooperación de verdaderos genios de la informática, la señora Berv Harris empezó su investigación cuando autoridades de su condado en Seattle compraron máquinas receptoras de votos y al preguntarles cuáles eran los sistemas de seguridad y garantí­a, no recibió respuestas satisfactorias. Inició en Internet una intensa búsqueda para encontrar cómo era que se aseguraba que el voto emitido era contado con propiedad. Y eso la llevó al condado de Volusia, en Florida, donde el resultado oficial en la elección del año 2000 fue, aunque usted no lo crea, «(-)16.022 votos para Gore», es decir, una votación negativa que no es posible pero que, por orden de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos al apoyar la elección fraudulenta de Bush, no se pudo cuestionar.

Y eso la llevó a profundizar, encontrando que las máquinas usan programas altamente vulnerables que pueden ser penetrados por cualquier hacker y que no dejan registro de alteraciones realizadas manualmente. Tanto el programa de las máquinas más usadas, vendidas por la firma Diebold, como el programa que suma los votos de máquinas de distinta marca, puede ser alterado en forma relativamente sencilla. En el caso de las máquinas Diebold, las mismas usan una tarjeta electrónica que recibe toda la información, pero contra lo que dicen los ejecutivos de la empresa, cada tarjeta tiene un programa ejecutable (.exe) que modificado por un hacker puede asignar los votos en forma arbitraria a otros candidatos. En un simulacro debidamente filmado y ante autoridades del Condado de Leon, con su supervisor electoral al frente, el experto en computación Harri Hursti hizo cambios en ese programa ejecutable y la tarjeta que recogió los datos de la votación los cambió radicalmente. Mantuvo el número de votos emitidos, pero dio a la opción perdedora los votos necesarios para ganar, de acuerdo con la instrucción mediante programación que le hizo Hursti a la máquina.

Los detalles del fraude son espeluznantes y peor fue saber que Wallden O´Dell, mandamás de Diebold, escribió una carta el 14 de agosto del 2003 diciendo que estaba comprometido «a llevar para Bush los votos electorales de Ohio», en la elección del 2004. Posteriormente reconoció su afiliación republicana, pero dijo que la expresión se referí­a a dar dinero para la campaña. Lo cierto es que Ohio fue el Estado decisivo en la derrota de Kerry y nadie se explica por qué éste, sabiendo del problema de las máquinas Diebold usadas en el Estado, no exigió el recuento de votos. Lo cierto es que hay prueba cientí­fica de que en Estados Unidos no importa quién vote, sino importa quién cuenta los votos y la democracia está en manos de cualquier hacker con conocimientos para penetrar en un programa de computadora y modificarlo. Y hackers con tal habilidad hay por todos lados, demócratas y republicanos, lo que hace que la democracia tan cacareada y hasta exportada, quede como una verdadera farsa. Risa y risa debe estar Castro al ver cómo funciona la mejor democracia del mundo.